Esta historia ocurrió en la década de los años sesenta del pasado siglo, en la playa de Sardina del Norte, del término municipal de Gáldar, y me la contó el propio protagonista, Paco Trujillo, con el que siempre me ha unido una buena amistad.
En aquella época se podía practicar pesca submarina por cualquier lugar de nuestro litoral. Generalmente, salvo contadas excepciones, el submarinista respetaba al pescador de caña y no se acercaba a la orilla donde hubiera uno para no ahuyentarle el pescado. Es verdad que alguna vez surgía alguno que hacía caso omiso a esta norma no escrita. Recuerdo a un cuñado mío que era pescador de caña, que se cogía unas calenturas tremendas cuando le espantaban el pescado después de haber estado horas “engodando”
Este deporte se practica a pulmón libre y es recomendable ir acompañado al menos por otra persona, para que se puedan auxiliar uno a otro ante cualquier contratiempo.
Mi hijo era practicante de este hermoso deporte y como no tenía a ningún amigo que lo practicara se tiraba al agua solo. Mi mujer y yo siempre estábamos intranquilos hasta que salía del agua después de varias horas pescando.
Pues bien, en esos años había en Gáldar un grupo de submarinistas que salían casi todos los domingos por la mañana a practicar su deporte favorito. En este equipo había también un chico de Guía, mi amigo Paco Trujillo.
En Guía había, por esa misma época, otro submarinista muy bueno que también salía siempre solo, se trata de Pepe Bautista. Salí muchas veces con él por Sardina en la barquilla de un pescador apodado «el Nene» y era un espectáculo verlo pescar a través del cristal que llevaba la barca. Siempre sentí envidia de no saber hacerlo yo, pues apenas sabía nadar. En una ocasión quiso incorporarse al equipo de Gáldar pero le dijeron que ya eran muchos y que era un peligro ir tantos pescadores juntos. El siguió practicándolo todas las semanas solo y un día llegó a coger un mero de 11 kilos de peso en la zona de Sardina. Fue toda una proeza pues el mero se había enrocado con el arpón clavado y estuvo horas para sacarlo una vez que el pez murió.
Bueno, pues siguiendo con la vivencia, me contaba Paco Trujillo que en una ocasión estaba el grupo en el muelle de Sardina preparándose para tirarse al agua, cuando aparecen dos chicos jóvenes que no eran de la zona y que apenas conocían el lugar, y entablan conversación con ellos preguntándoles sobre cuestiones de la pesca: Que que pescado abundaba en la zona y por donde, etc. Ellos querían ser corteses pero habían cuestiones que no podían contestarse, pues no hay mayor secreto para el pescador, tanto de caña como de fusil, que decir a otro pescador dónde hay pescado. Así que cuando uno de los chicos les pregunta que por que zona abundaban las viejas, Paco Trujillo, que las tenía siempre preparadas, entra al trapo y les dice:
– Ustedes quieren saber donde hay viejas en cantidad?.
- Los dos chicos respondieron al unísono, mientras se miraban de reojo regocijados: Si, claro que nos gustaría saberlo…..
- Pues vayan los Domingos a misa de las cinco de la mañana en Guía y se van a hinchar de viejas.
Todos los del grupo se partieron a reír por la ocurrencia de Paco, al tiempo que los dos amigos se quedaron mirando uno para el otro sin saber qué decir, pues se dieron cuenta de inmediato de dos cosas: que habían preguntado algo que no debían haber hecho y que les estaban tomando el pelo.
Evidentemente eran novatos porque ningún experto hace esas preguntas. Y así trataron de explicárselo, aunque al parecer no lo entendieron muy bien. Paco les pide disculpas por la broma y les explica, una vez más, que ningún pescador dice a otro donde están sus pescaderos o zonas de pesca.
Al final lo entendieron y les confirmaron que estaban empezando a practicar esta modalidad de pesca, y les habían dicho que esta zona era buena para practicarla y que había mucho pescado, sobre todo viejas. Les dieron las gracias, les pidieron disculpas y se despidieron. Nunca más volvieron a verlos.