Sobre la llanura seca y desérticas de la pradera, cayó una gota de lluvia fría.
Nadie quiso arrullarla en sus brazos y hacerla primavera, ni ruido, ni brisa, ni viento.
Y allí quedó, como hoja de un periódico sin fecha abandonando a la puerta de un bar o de una esquina.
Pero tú espíritu permanecía , y aunque físicamente no estuviste nunca, en mi corazón ya existías.
Él te creó con sus gotas de agua clara sin saberlo, por intuición, acaso por una intuición divina.
Y así fue como nació mi interés por ti, para convertirme en el mismo fracaso de la muerte.
Y ahora puedo asegurarte, que eres mi única razón de vida.