Son en los breves instantes de esa paz de la mañana, donde la mar se oculta de sí misma y donde yo me oculto en mi pasado.
Es como el juego chinesco de las sombras, asomado al abismo de sus ojos.
Asi juego al escondite con su recuerdo, sin poder evitarlo y la busco en perdidos cafés somnolientos de los puertos.
Me resulta en vano el deambular por las calles tratando de esconderla.
De respirar el aire que respira, de no verla, aunque siquiera fuera un instante.
Por eso camino en formación de cortejo patético, como la hermandad de los desesperados.
Y es que ya doy por perdida la esperanza