El pasado domingo, 13 de junio, nos llegaba la triste noticia del fallecimiento de Santiago Gil Romero, “Chago” para su pueblo.
Su fallecimiento nos trae a la mente su vida y todo lo que significó para muchas personas de “cierta edad” porque crecieron bajo el amparo de Santiaguito (su padre) y la tutela de Chago.
No podemos hablar de Chago sin hacerlo de toda su familia porque, además de conocidos por ese comercio se caracterizaban por ser muy cariñosos y acogedores. Santiaguito y Cristinita eran unas personas tan cariñosas que veían a un grupo de jóvenes por la tienda, la mayoría de las veces no era para comprar, y no solo no les importaba, sino que les hacía sentir bien acogidos.
La tienda tenía, como en la actualidad, dos entradas; una, por la calle Marqués de Muni con unas puertas grandes, enormes y otra, por la calle Médico Estévez. Pero también tenía dos partes bien diferenciadas; la de la bodega o cantina y lugar de reunión de algunos hombres para jugar al dominó y la tienda, que era donde iban las mujeres a comprar y estas jóvenes, que antes nombramos, a ensayar canciones con una de las hermanas de Chago. Por allí las veían Santiaguito o Chago, si tenían que pasar a recoger algo y les sonreían o les gastaban bromas, siempre desde el cariño. Se sentían protegidas. Esa protección duró muchos, muchos años y cuando la vida las dirigía a su destino y después de fallecer Santiaguito, Chago las siguió “cuidando”.
Con el paso de los años y durante tanto tiempo que las fotos amarilleaban, en unos laterales del expositor de quesos había un póster del equipo de la Unión Deportiva Las Palmas que hizo historia en la liga española: Guedes, Tonono, Gilberto I, León, Martín…y más tarde acompañó a este póster el reportaje que un periódico o una revista alemana le hizo a Chago vendiendo su producto estrella: el queso de Guía.
Era un experto y no había nada que supiese más que unos trozos de queso puestos sobre papel vaso, pan bizcochado y unas copas de buen vino. Eso, junto con los manises con cáscara eran un auténtico manjar.
La bodega de Chago estaba siempre abierta para todo el mundo menos el día de Las Marías. Ese día sólo entraban quienes hubiesen ido temprano y cogiesen un hueco porque en la bodega de Chago se celebraba una fiesta paralela a la que se celebraba en la calle y se reunía tanta gente que no cabía un alma.
Esa foto en la que se ve a Chago cortando una cuña de queso para que lo cataras y que él volvía a sellar era todo un ritual. Acariciaba el queso. Sabía que entre sus manos tenía un artículo de lujo.
La bodega continúa, pero su esencia ya no está, se nos fue con Santiaguito y con Chago.
Gracias por haber formado parte de la historia viva de nuestro pueblo.