Este pasado día 25 de noviembre, día Internacional para erradicar la violencia hacia las mujeres, sirva para seguir reivindicando desde lo público las políticas encaminadas a la prevención de la violencia hacia las mujeres. La extrema derecha pone en cuestión las políticas de prevención y asemejan el maltrato hacia las mujeres como cualquier otro maltrato, obviando eso sí, que el poder económico, social y político está en manos de los hombres y ese poder se ejerce contra las mujeres aún en muchos ámbitos, a pesar de la que se ha avanzado, gracias a las feministas que ahora se les dice radicales o tradicionales.
No inventamos la pólvora con la extrema derecha. 38 mujeres no son suficientes para que estos energúmenos recapaciten sobre el asesinato de mujeres, con la excusa de que no se visibilizan igual el asesinato de los hombres a manos de mujeres. Nuevamente obviando que la excepción no puede comprometer la lucha por erradicar el asesinato de mujeres.
Es el momento también para hacer visibles a todas esas mujeres mayores que han sido maltratadas durante décadas, silenciadas, a falta de herramientas para poder denunciar lo que han vivido durante tanto tiempo. Las mujeres que llevan en su vida esa historia de maltrato y que hoy no se han resarcido como así lo han hecho otros grupúsculos, siendo estas un porcentaje muy alto de la población de personas mayores. Porque a las mujeres mayores y víctimas de violencia se une el edadismo que es mayor en las mujeres y que las invisibiliza en todas sus dimensiones muy por encima de otros colectivos.
Porque si bien se ha trabajado la violencia que se ejerce a las mujeres, por el solo hecho de ser mujeres, es más que evidente que la sociedad no solo es machista, sino que además es edadista y esto juega en contra de las mujeres mayores nuevamente más que a los hombres.
A día de hoy, las mujeres mayores no pueden denunciar la violencia que se ha ejercido contra ellas y la que se sigue ejerciendo en la actualidad, no solo por sus maltratadores que ya son irreconciliables con el cambio social hacia la igualdad plena, sino además, con la ignorancia de las instituciones que dejan abandonadas a las mujeres que son mayores sin servicios ni prestaciones y con la sensación de carga para la sociedad en su conjunto, puesto que no tienen derechos sociales, ni económicos, a nadie se le esconde que sus pensiones son ínfimas y que no son sujetos consumidores.
Por eso, es fundamental no tomar como natural esa invisibilización que no es voluntaria sino impostada por la alta dependencia que tienen de quien las cuidan, otras mujeres anegadas que han visto como sus madres eran abusadas y como se normalizaba la violencia institucional por la falta de protección a las mujeres y a las mujeres mayores más, acaso no deja de ser una revictimización en esta su última etapa.
Se habla de la longevidad de las mujeres como algo en positivo, cuando la realidad es que son las grandes olvidadas, las grandes invisibilizadas, las grandes dependientes, y las grandes discriminadas, porque de qué nos sirve vivir más, si es en peores circunstancias.
Hoy estas mujeres no solo han sufrido violencia conyugal, sino además con la ignorancia de un problema existente en el desarrollo de la Ley de Dependencia acentúa más esa sensación de carga social y familiar, que no deja de ser la violencia institucional. Es la violencia física, psíquica, económica e institucional, que se ha reproducido en diferentes ciclos en estas mujeres. Una violencia política en cuanto que las ignora dejándolas fuera la agenda pública real, con políticas reales más allá de discursos grandilocuentes. Esa violencia institucional que la deja sin cambiar el pañal durante horas, o postrada sin los servicios de cuidado y atención socio sanitaria, además de la falta de apoyo psicológico de la que aún no ha desahogado su trauma, porque, aunque haya aprendido a vivir así, no es óbice para dejarla así. Urge el desarrollo de la Dependencia para aquellas que se dicen defensoras de las mujeres, tengan en cuenta que la inactividad institucional o la insuficiencia daña y vulnera más aún a las mujeres mayores y son los grandes seres sufrientes reales, de que una sociedad todavía edadista y machista con las mujeres de más edad.
Isabel Guerra
Psicóloga.