N° 73. «UN VECINO BRUTO E IGNORANTE Y EL SUSTO DEL LADRON».

Esta vivencia ocurrió en la madrugada de un día de los años 90 del pasado siglo. El protagonista fué un vecino mío muy bruto e ignorante, como podrán comprender en el relato.

Le cambiaré el nombre por si acaso y le llamaremos Pepe Luis. Vivía en un piso más abajo que el mío en un edificio de 10 plantas en Las Palmas de Gran Canaria. Procedía de Lanzarote y era taxista. También tenía una pequeña guagua dedicada al transporte y excursiones de turistas. Las cosas le iban muy bien. Su mujer también era de Lanzarote y era muy amiga de mi esposa y sus dos hijos muy amigos de mis hijos. Ella es una buena mujer, discreta y seria, aunque, la verdad, no era muy guapa ni se arreglaba mucho. Sin embargo entre Pepe Luis y yo solo había una relación de vecinos. Un año nos toco por sorteo llevar la comunidad de vecinos, él de presidente y yo de secretario. Era un desastre y la poca relación que teníamos se enfrió aún más.

Así que está vivencia está compuesta por dos anécdotas que pasó a contarles.

ANÉCDOTA N°1. El bruto. Como ya dije era taxista y su coche, un Mercedes semi-nuevo, siempre lo dejaba aparcado en el parking del edificio que estaba justo detrás del balcón de su vivienda y de la mía. En cierta ocasión, cuando se disponía a salir a trabajar por la mañana muy temprano, detectó que la noche anterior habían intentado abrirle la puerta del coche. No se lo explicaba porque lo único que dejaba en el coche era la calderilla para el cambio, que a partir de ahora la subiría a su casa una vez acabada la jornada de trabajo. A no ser, se decía así mismo, que quisieran robarme el coche. De todas formas era muy raro porque no era muy habitual el robo de taxis.

Así que como estaba intranquilo se despertaba varias veces durante la noche y se asomaba a su balcón para echarle un vistazo al coche, pues lo tenía aparcado como siempre en nuestro parking, y procuraba dejarlo lo más cerca de su balcón.

Una de esas noches, cuando se asomó al balcón a eso de las tres de la madrugada, vio que alguien estaba manipulando la puerta de su coche, la del conductor. Sin pensárselo mucho se va corriendo a la cocina y coge una botella de cristal llena de agua de la marca San Roque, y después de apuntar bien a la cabeza del ladrón se la tira con todas sus fuerzas, pero afortunadamente no lo alcanzó pues de seguro que lo hubiera matado. La botella impactó en el parabrisas del coche que se hizo añicos tras una enorme explosión en el silencio de la noche que a más de un vecino, a mi también, puso sentado en la cama. Había que ver el susto que se llevó el ladrón que pegó un salto enorme, seguido de insultos y amenazas a voz en grito: Hijo de puta….mal nacido…. baja si tienes cojones.…….te voy a denunciar porque casi me matas….. y este susto no lo voy a olvidar nunca……. ya te cogeré en la calle……..

Aquello fue tremendo. Imaginen la velocidad que llevaría la botella lanzada con fuerza desde un 7º piso. Los vecinos cuyas viviendas daban para el parking estábamos todos en el balcón. Después del susto por el tremendo estruendo de la botella contra el cristal, nos partíamos de risa al ver cómo estaba el ladrón. El susto que se llevó fue de infarto. Menos mal que no le acertó, como era su intención, pues de seguro le hubiera destrozado la cabeza.

Aquella noche Pepe Luis no durmió más, pues decidió quedarse haciendo guardia en el balcón, con otra botella a su lado, por si al chorizo, con la calentura que tenía, se le ocurriera volver.

A primera hora del mismo día fue a la Casa Mercedes para colocarle el parabrisas para poder salir a trabajar. Porque eso si tenía, era muy trabajador. Su jornada de trabajo no bajaban de las diez horas diarias.

ANÉCDOTA N°2.- El Ignorante. Unos años más tarde se separó de su mujer que, dicho sea de paso, lo tenía como un palmito, como se suele decir, y se fue a vivir con una señora peninsular de muy buen ver, de la que se enamoró o se encaprichó perdidamente. Pero evidentemente ella no tenía buenas intenciones, no era una buena mujer, pues se aprovechó de él y se dedicó a vivir a todo lujo y a levantarle todo el dinero que podía.

Fíjense hasta donde llegó su capricho e ignorancia, que para seguir el ritmo de vida que ella le marcaba tuvo que vender primero el microbús que tenía para excursiones de turistas y unos años más tarde también vendió el taxi y la parada. Cuando se le acabaron los recursos económicos la señora, por llamarle de alguna manera, lo dejó y lo echó de su casa en donde hasta entonces vivían como pareja.

Así que en unos pocos años pasó de estar viviendo como un rey en su propia vivienda, a trabajar de asalariado en otro taxi y viviendo en un pequeño apartamento alquilado, más solo que la una. No le he vuelto a ver nunca más, así que no sé como le irá.

Su mujer se divorció de él y le compró su parte de la vivienda. Había heredado dos casas en Haría, Lanzarote, que tiene alquiladas a una empresa turística y le dejan una buena renta suficiente para vivir con comodidad.

Algo más tarde conoció a un buen hombre y se casaron. Es, me dijo la última vez que la vi, más feliz que nunca.

Bien dice el viejo refrán que: “Pueden más dos tetas que una carreta”, o algo así.