Esta anécdota es una de las pocas que cuento y que no se han producido en canarias. Eso si, la he vivido yo en un reciente viaje a Almería y he querido contarla por el valor cinematográfico que pueda tener por una parte y por otra por lo gracioso de un hecho, o al menos a mi me lo pareció.
En el mes de octubre de 2.016 me fui de viaje durante diez días a un pueblo de la costa almeriense llamado Mojácar. Es un pueblo muy bonito de algo más de seis mil habitantes y unos 72 km2. Lo curioso es que está dividido en dos partes, una zona que es la turística situada junto al mar y una hermosa playa y la otra, donde está su Ayuntamiento, en la falda de una montaña llamada Sierra Cabrera. Hay un servicio de autobuses que las comunica con bastante frecuencia.
Pues bien, hice varias excursiones que fueron adornadas por guías turísticas perfectamente documentadas del lugar a visitar. Sin duda la más que me gustó fue la que hice al desierto de Tabernas. Éste es un desierto atípico, pues no es de arena sino que es un terreno árido con muchos barrancos y pequeñas montañas y tiene una extensión de 280 km2, es por tanto muy grande. La densidad de lluvia anual apenas sobrepasa los 200 mililitros por m2. pues, según leí en algunos folletos, al estar situado entre dos sierras queda protegido de las corrientes húmedas del cercano mar Mediterráneo.
Dentro del propio desierto hay varios poblados construidos para rodar películas del wéstern americano. El que visitamos es el mayor de todos, y disfrutamos de unas escenas de wéstern en vivo que nos gustó mucho. Los artistas que actuaron eran verdaderos especialistas.
Aparte del poblado, muy cerca de él, hay un zoo muy grande donde los animales están instalados en semi-libertad. Me llamaron la atención una pareja de leones magníficos, majestuosos. Se les veían bien alimentados.
Durante el trayecto la Guía Turística no dejaba de contarnos lo más destacado de los lugares por donde íbamos pasando. También nos contó dos anécdotas que son el motivo principal de esta vivencia y que les voy a relatar a continuación.
ANÉCDOTA N°1.- En el poblado que íbamos a visitar se rodaron las famosas películas “Por un puñado de dólares”; “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”, que tanto éxito han tenido a nivel mundial. Además de éstas, se han rodado allí cientos o miles de películas, pero cito estas tres por estar protagonizadas por el conocidísimo actor Clint Eastwood. Cuando rodó la primera de ellas en el año 1963, Clint tenía 33 años y estaba empezando su carrera cinematográfica como protagonista, pues hasta entonces solo había participado en algunas películas como extra. Lo anecdótico fué que cuando no había rodaje, por cualquier circunstancia, como por ejemplo que el día estuviera nublado y no había suficiente luz, se iba a Almería capital situada a 30 kilómetros de distancia a trabajar haciendo limpiezas de piscinas o cualquier otra cosa para sacarse un sobresueldo. Entonces su economía era muy pobre, pero a partir de esa película, “Por un puñado de dólares”, le vino la fama y el dinero y no digamos con las dos siguientes, pues las tres cosecharon un enorme éxito a nivel mundial. Años más tarde, como supongo sabrán, se hizo director y a veces productor de sus propias películas. Ya era un hombre rico.
No sé ustedes pero yo no conocía las penurias económicas de Clint Eastwood cuando inició su carrera de actor principal cinematográfico. Es uno de mis actores favoritos y creo que he visto todas sus películas en las que es el protagonista.
ANÉCDOTA N° 2.- Nos seguía contando la guia, que cuando se rodaba alguna película de wéstern se solían contratar como extras a algunos chicos gitanos porque montaban muy bien a caballo. En una de ellas habían contratado a dos jóvenes de raza gitana y tenían que rodar unas escenas montando cada uno un hermoso caballo de raza española perfectamente adiestrados.
Cuando llega el momento de rodar una de las escenas, estaban los dos chicos gitanos vestidos para la ocasión y montados en sus hermosos caballos de color blanco. El director estaba sentado en su peculiar silla a la espera de que todo estuviera listo para iniciar la grabación de la escena. Estaban los dos chicos muy atentos a sus órdenes que les llegaría a través de un potente megáfono.
Así estaban todos atentos cuando escuchan: “Atentos, preparados para rodar”. Pasados unos segundos añade: !Acción!. !Que salgan los caballos al paso!; y los dos chicos gitanos salen con sus caballos en un lento y vistoso paso; un minuto más tarde el director ordena de nuevo: !Caballos al trote¡ y salen los dos gitanos con los caballos en un elegante trote. Al cabo de otro par de minutos el director les dice: !Caballos al galope!; y salen los dos gítanos a galope tendido como si les fuera la vida en ello. Dos minutos más tarde el director ordena: !Que paren los caballos!, la escena ha terminado y se da por buena; todo ha salido muy bien. Pero los caballos no paraban y los dos chicos gitanos siguieron galopando hasta perderlos de vista.
!Nunca más volvieron a verlos!. Nos contaba la Guía muerta de la risa junto con todos nosotros.
Nos aclaraba, que claro está que los chicos gitanos se conocían el desierto como la palma de su mano y en una extensión tan grande y con tantas montañas, barrancos y algunas cuevas, se hacía muy difícil encontrarles. Lógicamente perdieron los emolumentos del día de rodaje, pero esos caballos valían una fortuna, pues sin duda los acababan vendiendo.
Y así acabó esta bella excursión. Espero que les haya gustado tanto como a mi y a todo el grupo.