N° 76. «LA PROEZA DE UN PERRO PRESA CANARIO.»

Yo tenia un tío político llamado Felipe Garcia, (casado con una hermana de mi madre), cuya profesión era la de “corredor de aguas” y se pasaba caminando desde la madrugada hasta media tarde. Era increíble los kilómetros que ese hombre hacía diariamente. Vivía en Becerril, en la zona del término municipal de Guía, en una enorme casa propia y llegaba caminando hasta Piedra Molino (hoy Montaña Alta), Caideros, Juncalillo, etc. Acortaba las distancias echando por atajos, pero aún así eran muchos kilómetros. Cuando se hizo algo mayor se compró un caballo y ya eran más cómodos los recorridos.  

Mi tío Felipe era un hombre muy serio y de una gran personalidad al que todos respetaban. Cuando yo fui adulto y el jubilado, teníamos buena relación por el asunto de las palomas. Le envidiaba su palomar. No le faltaba un detalle. Sus palomas eran mensajeras y las mías ladronas. Algunas veces charlábamos en su azotea, donde tenía el palomar.   

Había un día a la semana, los sábados por la mañana, en que todos los profesionales del agua se reunían en la plaza grande de Guía y allí se enteraban del agua disponible y acordaban su precio para la siguiente semana. El precio subía o bajaba en consonancia a las existencias disponibles y a las posibilidades de lluvia que hubiera. Naturalmente en verano era cuando más alto era su precio.   

Tenía tres hijos, dos chicas y un chico. El chico, también llamado Felipe y al que todos llamaban Pipe, le salió algo vago y no empezó a trabajar hasta que tuvo más de 30 años. No quiso estudiar ni aprender un oficio y se pasaba el día en la casa echado sin hacer nada, recibiendo los mimos de su madre. Lo único que hizo para ganarse un duro fue de vocalista en una orquesta. No cantaba mal, pero aquello no le duró mucho. Un día el padre decidió llevarlo con él para ver si valía para ese oficio y a los pocos días de llevarlo trato de engañarle vendiendo agua a sus espaldas. Una joya de chico. Naturalmente no lo llevo más con él. Al final acabó comprándole un taxi y una parada en la ciudad de Las Palmas y en eso ha trabajado hasta el día de hoy.  

Uno de los mejores recuerdos que tengo de mi tío Felipe era la paciencia que tenía para domar a los perros, para enseñarles a hacer cosas. Le recuerdo varios, pero sobre todo un presa canario bardino que era una maravilla; solo le faltaba hablar a ese animal. Era un perro enorme y causaba mucho respeto.   

Consiguió el perro siendo cachorro aún y cuando el perro se hizo adulto le cortó las orejas dejándoselas pequeñitas y puntiagudas. El perro sufrió lo suyo pero quedó precioso. Todo el tiempo que tardo en cicatrizar lo paso curándole para que no sufriera ninguna infección, como así sucedió. Él sabía lo que tenía que hacer. Creo recordar que le puso de nombre “Bardino”, como su color.  

Tenía una paciencia infinita. Desde que el perro era un cachorro empezó a enseñarle a hacer cosas, poco a poco y repitiendo una y otra vez. Le escondía algún objeto que previamente le hacía oler y luego le ordenaba buscarlo. Lo mismo le hacía con su manojo de llaves. También desde que  se  curo del corte de las orejas se lo llevaba con él y aprovechaba cada momento para seguir enseñándole. El perro se fue transformando en un animal enorme y precioso que, como dije, solo le faltaba hablar.   

Un día cuando llegó a su casa a media tarde se da cuenta de que no tenia consigo el manojo de llaves que siempre llevaba en un llavero enganchado al cinto. Las había perdido. Se quedó desolado, pues era una verdadera catástrofe para él.  

Saca al perro a la calle, que ya era adulto, y le ordena que fuera a buscarlas. Como les decía antes, durante el aprendizaje algunas veces él escondía las llaves y luego le ordenaba buscarlas. Pero en esta ocasión se trataba de algo real y muy serio pues menudo trastorno se le armaría si perdía las llaves de tantos cuartos y puertas de diferentes fincas, aparte de las de su propia casa, pero la búsqueda era muy complicada pues no tenía ni idea de en qué lugar o zona las había perdido.  

No recuerdo cuanto tiempo estuvo el perro buscando las llaves, pero al cabo de varias horas, ya de noche, llego “Bardino” con las llaves en el hocico que entregó a su dueño tan pronto lo vio, dando saltos de alegría junto a él, que lo acariciaba en señal de reconocimiento y gratitud. Era increíble ese perro. Fue una verdadera proeza. Lógicamente, todo el barrio se enteró y fue muy comentado. Esto ocurrió en el año 1954/1955, tendría yo 12/13 años.  

La pena fue el final de ese hermoso animal, pues algún tiempo después, uno o dos años, decidió sacrificarlo.   

Les cuento: A veces para no estar cargando con algunos enseres algo pesados, los dejaba a la orilla de algún camino o vereda y le ordenaba al perro que se quedara cuidándolo. Lo había hecho muchas veces sin que ocurriera nada anormal, pues el perro se echaba junto a los enseres a vigilar y de allí no se movía. Pero un día paso un niño y no se sabe bien lo que ocurrió, si quiso coger algo de lo que el perro cuidaba o quiso jugar con él o simplemente acariciarlo. Lo cierto es que el perro lo mordió e hirió seriamente en un brazo. Cuando regresó mi tío Felipe habían varias personas esperándole cerca del perro, entre ellas el padre del chico. Se enteró de lo que había pasado y todos estuvieron de acuerdo de que lo más probable es que la culpa la había tenido el niño, pues el perro no atacaba a nadie si no lo provocaban o si él no se lo ordenaba. Así que el padre del niño le dijo a maestro Felipe que no le iba a pedir ningún tipo de responsabilidad, pues estaba seguro de que el perro no fue el culpable. Ya al niño le han curado la herida y seguro que no le dejará ningún tipo de secuela.  

Aun así, desde que el niño se curó totalmente, habló con un amigo y sacrificó al animal pegándole un tiro en la cabeza con una escopeta de caza. Ya había perdido la confianza en él como perro guardián y pacifico, y temía que un día pudiera ocurrir algo más grave.  Así de responsable era este hombre.  

Que yo recuerde nunca mas volvió a tener ningún otro perro. Le costó un gran disgusto. También a toda su familia.