El Señor Jesús aborda el problema del bien y del mal con una comparación muy ilustrativa, “El trigo y la Cizaña” sabemos que debemos actuar pronto, actuar a tiempo cuando detectamos el mal, si vemos que algo se está quemando no nos vamos a poner a pensar si conviene o no apagarlo, lo apagaremos si está de nuestras manos, no se vaya a producir un incendio. Si vemos a un niño que se está ahogando no nos pondríamos a meditar si el niño estaría ejercitando su resistencia pulmonar, lo salvaremos o si no se moriría.
Así en tantos casos, por lo tanto, el mal tiene que ser erradicado de inmediato. Pero hoy nos cuenta Jesús una historia en la cual en un campo de trigo el enemigo siembra cizaña, y sin embargo los dueños de aquel campo detectan su presencia y quieren actuar de inmediato y arrancarlo; y el dueño les dice: “no conviene arrancar todavía porque sucede que el trigo y la cizaña en su primera etapa de crecimiento se parecen muchísimo”, son casi idénticos, no hay manera fácil a ojo de experto distinguir uno de otro, entonces el dueño dice: “ déjenlos crecer y en el tiempo de la cosecha ya se sabrá cual es uno y cual es otro”, y ahí vendrá la separación.
Hay tantas situaciones donde el mal debe detectarse y erradicar de inmediato y tantas otras cosas donde conviene esperar y poner a prueba, porque muchas cosas que parecen buenas termina siendo algo de mala raíz, de pura apariencia, o terminan muy mal o bien puede ser que algo que no te daba buena espina, algo que parecía que iba acabar mal, resultó ser algo que venía de Dios.
Si les digo que podíamos estar arrancando cizaña cuando en realidad es trigo, por ejemplo; cuando por prejuicios y por mala espina cerramos las puertas de la iglesia a personas que quizás tienen mala apariencia, que no tienen buenos antecedentes, que tienen un temperamento difícil, que no brillan por sus cualidades, y por eso no se les integran en la comunidad, no se les permite acercarse, evangelizar, no se les confía un ministerio en la iglesia. Sólo por perjuicios, y hay que tener cuidado, ahí hubiéramos descartado a grandes cristianos, grandes sacerdotes, consagrados, grandes santos.
Hubiéramos descartado a un San Pedro, a un San Pablo, a una Santa María Magdalena, que tenían su carácter, que tenían sus antecedentes, a un San Agustín que tuvo una vida tan desencaminada, a un Santo cura de Ars, que fue un muchacho nada brillante en los estudios, si los hubieran arrancado como cizaña no hubiéramos obtenido ese trigo precioso de la Santidad.
También hay que tener mucho cuidado cuando en nombre de defender la tradición se descarta toda iniciativa, toda buena idea dentro de la iglesia, solamente por no querer salir de la zona de confort. Claro que hay que defender y custodiar la identidad de la iglesia, la esencia del evangelio, pero de eso a estar estancados de manera de hacer las cosas que ya no responden a las necesidades actuales y descartar todo lo que suene a impulso a novedad, puede ser un gran peligro en la iglesia y volverse inquisidores que se oponen a la obra de Dios.
También puede suceder lo contrario, creyendo que algo puede ser fructífero trigo, cuando sólo es una cizaña que nos intoxica y que se nos hace una buena plaga, como los movimientos en la iglesia que se ponen de moda y llenan eventos, atraen multitudes y parece dar buenos resultados, incluyendo ganancias económicas y todo tiene la noble intención de evangelizar, hacer bien a la gente, pero al haber tanto éxito empiezan a mezclar intereses humanos, empiezan a existir protagonismos, empieza a notarse la envidia, se genera la rivalidad y luego la desobediencia a la autoridad eclesiástica, y aquello que empezó como un movimiento de la iglesia y para la iglesia, termina volviéndose secta o algo en contra de la iglesia ocasionando más escándalo y división, perdiéndose todo el buen fruto.
El Señor quiere hacerme ver cómo actúa en mi vida, que necesitaré discernir con el tiempo, no todo lo podré descartar de inmediato, así que me permitiré que el tiempo me haga ver que es realmente lo que viene de Dios y lo que no, y además que el tiempo siempre hace lo suyo, las pruebas, las crisis, las dificultades son las que revelan si había verdadera fe, si había fortaleza interior y sobre todo si había rectitud de intención, ¡ahí es donde todo se revela!, y en esto último es donde podemos discernir si aquello que estaba haciendo es trigo limpio que viene de Dios, alimento para muchos o cizaña que enferma y divide.