Cuando visitamos cualquiera de los países europeos comprobamos que sus antiguas ciudades siguen igual de esplendorosas que en el pasado. Catedrales, grandes monumentos, cascos históricos a los que uno contempla con asombro, dado su estado de conservación. Claro que sobre esos países, sobre esas ciudades grandes y pequeñas pasó muchas veces el hacha de la guerra. Los nazis bombardearon aquí y allá, y los aliados hicieron lo mismo.
Entonces, tenemos que entender que los verdaderos héroes de las guerras son los reconstructores. Mucho dinero hace falta para erradicar la destrucción, y eso lo podemos apreciar de manera muy nítida en Berlín, en Budapest, en Rotterdam, etcétera. Toda Europa padeció la belicosidad de los nazis en aquella guerra que dejó a su término, en 1945, una devastación nunca vista hasta entonces. Ahora nos fijamos en la destrucción de los pueblos y ciudades de Ucrania, en sus hospitales arrasados, en sus colegios, en sus barrios monumentales y pensamos que costará mucho poner en pie otra vez a ese país que sigue bajo los bombardeos y las atrocidades.
En la franja de Gaza ¿cuánto habrá que invertir para que los habitantes vuelvan a tener los edificios destruidos, los hospitales, las escuelas, todas las infraestructuras que Israel ha ido dañando sistemáticamente en estos meses de aquelarre? Cada uno de nosotros llevamos dentro muchas contradicciones: la bondad junto a la rabia, la compasión junto al deseo de responder con la ley del talión, el ojo por ojo y el diente por diente. Albergamos el primitivismo bélico criminal y el deseo de recuperar aquello que destruimos con nuestros bombarderos, con los tanques, con los misiles, con toda la industria de matar.
Ahora se intenta otro tipo de reconstrucción, no menos necesaria y urgente que las que hemos comentado, y no ha sido generada por conflictos bélicos sino por un gran desastre natural. Se trata de que el gobierno regional va a autorizar la posibilidad de que se puedan construir edificios de hasta dos plantas sobre las coladas del volcán de la isla de La Palma. Sería sobre lavas que no tengan excesiva profundidad, hasta los diez metros.
Es difícil la reconstrucción de aquella isla, puesto que padeció la horrible pérdida de muchos hogares, muchas hectáreas de plataneras, muchas carreteras y otras infraestructuras como iglesias, farmacias, gasolineras, centros cívicos, etc. El valle de Aridane perdió buena parte de su superficie, y también ha perdido una parte importante de población, con las secuelas de que los alquileres se han encarecido y no están disponibles para los que perdieron su hogar. Simultáneamente, la respuesta del gobierno de la nación ha sido insuficiente.
La consejera de Presidencia del Gobierno de Canarias, Nieves Lady Barreto, ha presentado la “hoja de ruta” y el decreto urbanístico para la reconstrucción de La Palma, que permitirá a los afectados de manera individual “poner en marcha todos los usos y actividades preexistentes”, en base al enfriamiento de la colada.
Sin embargo, el senador socialista José Antonio Valbuena ha realizado un balance inicial del Decreto Ley de reconstrucción de La Palma en materia territorial y urbanística que ha presentado el actual Gobierno de Canarias, al que ha calificado de “decepcionante” porque, entre otras cosas, “genera mucha incertidumbre” entre las personas afectadas por la erupción volcánica.
Valbuena, que lideró como consejero de Transición Ecológica, Lucha contra el Cambio Climático y Planificación Territorial la elaboración de este Decreto, ”lamenta que el actual Gobierno ha tardado cinco meses en descafeinar lo que nosotros habíamos negociado y consensuado con los vecinos, generando, además, mucha incertidumbre”.
Más allá de la pugna entre partidos, algo habrá que hacer, con urgencia y compromiso porque las huellas del volcán siguen vigentes. Los damnificados siguen padeciendo graves carencias, muchos de ellos sometidos a medicación y sometidos a la incógnita de si podrán reconstruir sus viviendas y sus fincas de plataneras.