Director: Ruben Östlund.
Guion: Ruben Östlund.
Intérpretes: Harris Dickinson, Charlbi Dean, Zlatko Buric, Dolly De Leon, Woody Harrelson.
Sinopsis:
Tras la Semana de la moda, Carl y Yaya, pareja de modelos e influencers, son invitados a un yate en un crucero de lujo. Mientras que la tripulación brinda todas las atenciones necesarias a los ricos invitados, el capitán se niega a salir de su cabina, a pesar de la llegada inminente de la célebre cena de gala. Los eventos toman un giro inesperado y el equilibrio de poder se invierte cuando se levanta una tormenta que pone en peligro el confort de los pasajeros.
MI CRÍTICA:
La primera secuencia me presagiaba que me iba a encantar la película. Un diálogo inteligente, lucido, irónico hasta la ridiculez siempre me inspira una señal de que el director domina el juego que me gusta: hacer humor del drama. Y la película transcurre por esos derroteros en la primera parte. El problema de esta historia es que son dos películas en una, unidas por una escatológica transición que no viene a cuento y que es exagerada al hacernos contemplar atónitos a un sinfín de vómitos y diarreas (literal) consiguiendo que la película pierda toda la gracia. De hecho, siempre digo que, si una secuencia se quita y la película sigue siendo la misma, es que sobraba. Y esa transición sobra, más allá de una secuencia en la que se vea a los pasajeros y tripulantes poniéndose pachuchos. No me apetece ver tantos minutos de comprobar que estaban malos. Ya me había quedado claro en la secuencia del restaurante. Lo demás sobra.
Pero hablemos de las dos partes por separado. La primera es hilarante, sarcástica y mordaz. Hacía tiempo que no me reía tanto en una sala de cine. Además, como estábamos mi hermano y yo, los dos solos en la sala, pudimos hablar y hacer chiste en medio. Les juro que me divertí. Ridiculizar mundos a los que odio-envidio, siempre es un recurso fácil. Aquí, los personajes ridiculizados son los ricos que no saben que hacer para divertirse al tener de todo (¿ustedes también lo envidian?) y los influencers que ganan dinero haciéndose fotos con unos espaguetis que no se van a comer. Todo, por que les paguen cosas gratis a cambio de esas fotos (sí, sí, también me da envidia). A mi me han regalado cosas para promocionarlas y les aseguro que mola. Todos en un crucero demostrando los banales que son. El director supo bien empatizar con el público y mostrarnos a unas figuras para los que el dinero y el poder lo es todo en la vida, pero que luego no sabrían hacer una O con un canuto. Esta parte es como una ida de olla, divertida y sorprendente en alguno de los diálogos.
La segunda parte no hay por dónde pillarla. Lo único que se me ocurre es que quisiera hacer otra ridícula parodia, pero esta vez de los realitys televisivos. La cosa es que no me la creo, nada de nada en cuestión narrativa. Y tiene tales faltas de ritmo, que la película decae hasta el aburrimiento. Y, lo que más me molesta, demasiados fallos de guion de los denominados “pereza del guionista”. No vale que no haya conversión de los personajes a lo largo del tiempo que pasan en la isla. Me niego a creer que gente que ha logrado hacer tanto dinero sean tan torpes que no sean capaces de conseguir comida ni que no hayan salido a investigar a ver como es la isla sólo porque oyen un ruido extraño. ¿Prefieren vivir rebajando su dignidad a intentar solucionarla? No, no me lo creo, porque ese tipo de ricachones no aceptan, nunca, nunca; chantajes externos. Y ni decir de las ropas, siempre perfectas; o que contraten a un capitán borracho para un barco tan elitista que cuida todos los detalles entre su tripulación. ¿Y la conversación por la megafonía del barco?, ahí fue cuando empecé a despegarme de la trama, de la película y de las risas.
Pero quizás “no eres tú, soy yo”. Quizás yo no fuese el público adecuado. Esta película ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes y el Premio a la Mejor Película del Cine Europeo. Pero vamos, que sigo diciendo que la película empezó de 10 y acabó de 4.
Otra cosa que rescato de esta película es la interpretación de Woody Warrelson. Es que es uno de mis actores preferidos. Personajes marcados, aunque aquí, por desmesurado; queda ridículo. Eso sí, hasta las ridiculeces las borda. Y mi sorpresa en esta película, más que por la interpretación por la sensualidad que transmite de actriz de los años dorados; es Charlbi Dean. Me sedujo, de verdad. La pena es que no volvamos a verla tras su fallecimiento por una infección hace unos meses (D.E.P.). La hubiera vuelto a ver, seguro. En contra, la interpretación sosa del protagonista Harris Dickinson no sabría decir si es por actuación o porque querer reflejar el mundo de los influencers que parecen mucho y, al final, no son nada más que sosainas, guapos. Me queda duda, pero soso está un rato largo. El único personaje que tiene una transformación es el de la sirvienta filipina Dolly de León, pero, aun así, su parte es tan increíble y ridícula que queda deslucida. Su último plano me parece estremecedor.
Como me suele pasar cuando veo películas que me descolocan, contrasto opiniones y… lo que les digo, a gente le ha parecido una maravilla y a otros un “fake”.
3 NOMINACIONES:
Mejor Película
Mejor Director (Ruben Östlund)
Mejor Guion Original (Ruben Östlund)