NUEVA YORK SE HUNDE, POR SU PROPIO PESO.
A veces te pones a leer cosas y, algunas, te sacan la sonrisa. A mí, más que eso, lo que me hace gracia es cuando dejo volar mi imaginación. Leo que Nueva York se está hundiendo por el peso de sus edificios. Nada descabellado. Si me apuran, hasta preocupante. De hecho, te asustas y comienzas a leer el artículo hasta que empiezas a sonreír socarronamente. La chufla aparece cuando llegas a las mediciones y averiguas que se hunde a razón de 1 milímetro al año. Y comienza mi mente a jugar conmigo. Empiezo a intentar, cosa que no voy a conseguir nunca, visualizar como es el aparato con el que hacen estas mediciones. Llámenme ignorante (que lo soy en muchos aspectos) pero no sé cómo se hace para ser tan exactos.
Y ya puestos, a pensar tonterías, me dejo llevar. Si la acera tiene 15 centímetros, tienen que pasar 150 años para que desaparezca. Y una cosa que me encanta, exagerar. Me voy a la Wikipedia a ver cuánto mide el World Trade Center. 541 metros. Esto sí que me lo imagino midiéndolo con un teodolito. Soy ignorante, pero no un analfabeto. Pues les cuento que tardaría en hundirse 541.000 años. Para esa época, me da que ya habrán inventado edificios que flotan, casas aéreas, o estaremos viviendo en planetas como Raticulín, Ganímedes o en mundos virtuales dominados por las máquinas. Así que, por ahora, no ceo que vayan a evacuar los edificios ni a pedirle a la población que adelgace.
YO, PLAGIO A ANTONIO GALA.
No es que nos pille de sorpresa la muerte del manchego, pero sí que nos deja encogidos. Para mí, un referente en mi forma de entender la vida. Él, independiente en su forma de pensar y de expresarla. Nunca se escondió. Eso sí, las cosas sabía decirlas. Me gustaría imitarle eso. No me acuerdo el año. Sí que fue en la Feria del Libro de Madrid. Yo buscaba un libro para regalar a mi madre y apareció él por el stand en el que estaba mirando opciones. Me dije, uno de Gala, le encantará. Hablé un rato con él de que el libro me lo tenía que firmar para una manchega. Le caí bien y pasamos un rato hasta que se empezó a formar cola y su editor nos apremió a los dos. Le dedicó el libro a mi mamá. No recuerdo cual era, porque ella lo leyó, lo presto y “hasta luego, Lucas”. Pero sí recuerdo lo que le puso en la dedicatoria, lo tengo grabado en mi cabeza.
¿Quién me iba a decir ese día, que yo acabaría firmando libros también? No hubiera apostado ni medio peso en ese momento por mí mismo. Pero aquí me tienen vendiendo la quinta edición de mi novela. Y esta reflexión personal que les cuento es para decirles que, muchas veces, cuando alguien viene a que le dedique el libro y es una situación similar como la que yo viví delante del Maestro Gala; pongo en las dedicatorias lo mismo que él le puso a mi madre. Sí, lo sé, no es muy original. No voy a decir qué es, lo siento; pero sí les diré, a modo de disculpas, que declaro plagiar a Don Antonio, aunque yo lo vea más como “hacerle un homenaje”. D.E.P. y que todos sepan que este mundo necesita más gente como él.
LOS “PEPESOEROS” DECIDEN LAS ELECCIONES MUNICIPALES.
Hace dos legislaturas, tres partidos políticos vinieron a “ficharme” para ponerme en las listas municipales. No creo que lo haga nunca. Eso sí, creo firmemente que hace falta más gente creativa en las instituciones. Alguien a la que se les ocurran cosas nuevas y diferentes y, muchas veces, eso pasa tomar decisiones con por disrupciones arriesgadas. Y no, lo que tenemos es personal que no se atreve a nada para no hacer peligrar su puesto. Hablan de proyectos en elecciones y luego se dedican a amansar las aguas hasta la siguiente legislatura. Esto es lo que hay, no sólo en España, obvio. No sé si alguien se ha dado cuenta de cómo funcionan las intenciones de voto y porque pasamos por estas alternancias entre la derecha y la izquierda. Me gustaría contarles una ocurrencia de almohada de anoche. Y, si no se la creen, por lo menos se divierten un rato.
En España tenemos varios tipos de votantes. A saber. Los regionalistas, que votan a los partidos de la tierra para que puedan defenderla del gobierno central. Válido. Después, los que votan a las personas y no a los partidos. Ese soy yo que este año, de las 4 papeletas, voté a tres partidos. Después están los radicales de izquierda o derecha. Estos suelen ser que no están contentos con el PSOE o el PP porque son unos flojos. Pues válido, también. Después, los de ideas fijas que votan al partido desde las primeras elecciones que en su juventud. Los fieles. Los que, si su partido comete errores, siempre dirán que es la prensa la que lo tergiversa. Los que no piensan nada más allá que lo que les dicen sus líderes. Válido, un poquito borregos, pero válido. Y los que, para mí, llevan años decidiendo en las urnas son los “Pepesoeros”, los que le votan unas veces al PP y otras al PSOE según les venga en gana y dependiendo de los acontecimientos. Y créanme, demostrable, que son muchos más de lo que se cree.
Los “Pepesoeros” funcionan por rebote, muchas veces manipulados por la prensa o las redes sociales. A estos son a los que aspiran a convencer los partidos en las campañas electorales. Pero no, no se dan cuenta de que viven manipuladoramente orquestados y votan en masa, aunque no se sienten a debatir juntos. Y, como España es un país en el que protestar es deporte nacional y las insatisfacciones personales hay que achacárselas a alguien, todos piensan que la culpa es… del gobierno. Con lo que, cuando la cosa va mal deciden echar al gobierno que haya. Cuando Aznar mintió, los “Pepesoeros” votaron al PSOE; cuando Zapatero mal midió la capacidad de la crisis, votaron al PP; cuando Rajoy se vio acorralado por la corrupción, votaron al PSOE y ahora le toca el turno a Pedro Sánchez. Ya se ha visto en estas elecciones que hay un giro en la intención de voto y los “Pepesoeros” están circulando por la Calle Génova.