Björk y Rosalía… Cantan juntas contra la cría del salmón transgénico.

Ninguna de las dos me encanta, quizás más por mis gustos personales que por sus cualidades. Eso sí, algunas de sus cosas me parecen artísticamente geniales dentro de la ola de la mediocridad en la que está sumida la música actual. En una era en la que se imitan unos a otros para conseguir ventas, ellas son un valorable paréntesis. Y sí, me gusta que se hayan juntado dos cantantes con estilos tan dispares para trabajar unidas por una causa justa (o no, cada uno que juzgue). En un grito de apoyo a las protestas contra la cría de salmón transgénico en Islandia, han grabado la canción “Oral”, que, aunque no tiene nada que ver con el fin que persiguen, recaudará fondos para distribuir entre las organizaciones que luchan frente al uso del salmón criado en piscifactoría.

El salmón transgénico se realiza en cautividad al añadirle genes del salmón del pacífico al del Atlántico para estimular su crecimiento. Esto hace que nuestro producto no dependa de las estaciones y, además, conseguir que el pescado esté apto para el consumo en la mitad de tiempo. Con ello se obtiene el doble de rendimiento en el mismo tiempo. Aun así, las administraciones dan el visto bueno por no ser perjudicial para el ser humano. Las dudas sobre los beneficios de su utilización radican en el posible riesgo de que esta especie transgénica se saliera de los espacios cerrados y fuera a parar al mar abierto. Este aceleramiento de la reproducción podría dañar los ecosistemas marinos al sobre masificar de salmón las aguas del norte del Océano Atlántico al pasar de los 36 meses de crecimiento del pez a los 18 de la versión rediseñada por el hombre.

En los años 90, la población de salmón decreció por la sobre explotación de su pesca y por las condiciones de cambios medioambientales y de contaminación. No juzgo lo que no conozco. No sé si el tratamiento de los productos es beneficioso o perjudicial. No me compete a mí, debatirlo. Pero sí que creo que debo apoyar a dos artistas que luchan por sus ideales solidarios. Muchos más, debería haber. La canción estaba empolvada en el cajón de la artista islandesa y la rescata para compartir un videoclip con una de nuestras artistas más internacionales. Es una balada clásica con un videoclip que, a ritmos actualizados, nos muestra una lucha entre los sueños y la realidad mientras nos plantea una cuestión: la de si debemos cruzar ciertas líneas. Y yo soy de los que piensa, que, en esta vida, no todo vale para conseguir el fin.

Brad Piitt cumple 60 años y sigue tan “Buenorro”

Me declaro fan de Brad Pitt. Del actor, que es al único que conozco. Varias de sus películas las he revisionado y lo volveré a hacer. Les cito algunas a modo de homenaje: la irónicamente inclasificables “Malditos bastardos” (Quentin Tarantino, 2009), la contundente y radical “El club de la lucha” (David Fincher, 1999), la holocáusticamente premonitoria “12 monos” (Terry Gilliam, 1995), el icónico thriller “Seven” (David Fincher, 1995); pero, para mí, la que tiene uno de los mejores guiones de su carrera es “Babel” (Alejandro González Iñárritu, 2006) a la que le robaron el Óscar a la mejor película con aquella tediosa “Infiltrados” de Martin Scorsese.

Aquí en Gran Canaria rodó “Aliados” (Robert Zemeckis, 2016), un borrón en su filmografía y en la del uno de los directores que está en el TOP-5 de mis preferidos actuales. Pero, los que lo conocieron en esa estancia en la isla, lo confiesan como una persona agradable y cercana con los compañeros de rodaje. Aunque, como toda la persona expuesta mediáticamente, hay mucha literatura acerca de sus excentricidades y se suele juzgar “de oídas” y sin saber las causas de los hechos. A esto se le llama, descontextualizar y está muy de moda en el periodismo actual, especialmente en el amarillista. Y a Brad se le juzga mucho. Yo, como no ceno con él todos los días, me ciño a hablar de sus trabajos y que es donde le veo enérgico. Sigue siendo un “guayabo” que ya llegó a los 60 con total plenitud. A mí me toca el año que viene, y tampoco lo llevo mal. De verdad, que para mí es uno de los mejores actores de Hollywood. Domina el drama, la intensidad, la comedia, la superficialidad romántica y lo que se le ponga. Ha tocado todos los palos y casi todo genial. Su manager le elige a la perfección los papeles.

Después del despropósito de mi querido Tarantino “Érase una vez… Hollywood” (que, paradójicamente, le valió su único Óscar al Mejor Actor de Reparto) , la última película suya que vi fue “Bullet train” y me resultó un producto ingenioso con el que pasar dos horas bien entretenido. Es una pena que muchos se ocupen más de sus devaneos amorosos o sus “trifostios” con su esposa Angelina Jolie y sus hijos. Ahora, soltero y “buenorro”, sigue acaparando portadas y noticias en plena forma y tratando de sacar a su prole adelante, aunque alguno piense que no lo está haciendo demasiado. Que el tiempo le evalúe sus acciones, porque, lo que es a su físico, lo ha juzgado con mucha benevolencia.

Casarse con un holograma, un buen remedio emocional

Siempre me pondré de parte de la gente, que, no haciendo daño a nadie, tenga sus propias ideas de cómo relacionarse. Ahora, me llega la noticia del matrimonio entre una mujer y un holograma. Sí, como lo oyen. Y se preguntarán lo mismo que yo, antes de ponerme a investigar en la noticia: ¿eso es posible? Pues no, legal no es, pero artísticamente todo vale para llamar la atención. Esa boda la plantea la artista Alicia Framis y la ceremonia tendrá lugar el próximo verano en el museo Depot Boijmans Van Beuningen de Rotterdam a la que están todos invitados, me imagino, hasta completar aforo.

Pero la noticia, plantea dudas existenciales. O por lo menos a mí. La primera vez que mi mente empezó a dar vueltas a cerca de este fenómeno fue en 2013, a raíz del visionado de la película “Her”, de mi admirado director Spike Jonze (“El ladrón de orquídeas” o “Cómo ser John Malkovic”). Por ella ganó el Óscar al Mejor Guión Original. En esta historia Theodore, un joven escritor antisocial (interpretado impecablemente, como siempre, por Joaquín Phoenix) se enamora de Samantha, la voz del sistema operativo de su ordenador. Los dos van aprendiendo uno del otro, tal y como ahora vemos con la Inteligencia Artificial, para crear una relación de simbiosis en la que se encuentran cada vez más cómodos, creando en el hombre una placentera estabilización emocional.

¿Cuántas personas inadaptadas sentimentalmente conocemos cada uno de nosotros? “Cienes”, se lo aseguro. ¿Y estaríamos dispuestos a aceptar a un ente virtual por cuñado si es a cambio de conseguir que nuestra hermana sea una persona feliz y plena? Yo firmaría. La estabilidad emocional es una maraña de hilos difícil de desentrelazar. Y los que tenemos casi todos los hilos bien conectados no debemos juzgar a los que, día a día, luchan por conectarse a una realidad, cada vez mas intransigente. Está claro que esto que hará la artista es puro simulacro, pero ¿premonitorio? Yo, ya les digo, que con la racha que llevo de mediar entre parejas de amigos, lo haré sin moralizar, el día que alguno me diga que hable con un holograma para reconducir una situación. Difícil lo veo, porque se supone que irá aprendiendo de las cosas que le gusten y se las pondrá en bandeja. Qué aburrido, ¿no? Pero hay gente para todo. Hasta para discutir contra la vida, aunque le esté dando la razón.

Y claro, todos dirán que es una locura porque parte de la atracción de una pareja es el sexo. Pues anda que no llevamos años ya con los chats de sexo virtual de un chico en Castellón con una chica de Caracas (por poner un ejemplo inocente). Se las apañan hasta dos años sin verse hasta que uno de los dos decide dar el salto y conocerse en persona. Pues imagínate con una persona virtual que sabe, hasta por tu forma de hablar, cuándo se tiene que quitar la ropa. Y en estas cosas, seguimos conviviendo y evolucionando. Si se pone de moda, me haré novio de un holograma de Emma Thompson y hablaremos de cine “casi” todo el día.