“Adultos Mayores Versus Sociedad del Desarrollo”, éste pudiera ser el titular periodístico y, la fotografía estática que se tiene de los mayores y, la imagen anclada, desgraciadamente, en nuestra sociedad occidental: “Los adultos mayores contra, o de espaldas, a la Sociedad del Desarrollo.”
Para analizar el axioma anterior, creemos oportuno concretar, ¿a qué se denomina sociedad del desarrollo?:
La ONU alude al desarrollo social como parte fundamental para poder garantizar la mejora de la vida de todas las personas. Este concepto ha ido variando desde la visión, exclusivamente económica, y cultural, hasta la que actualmente abandera, dándole importancia a las personas como individuos, y al desarrollo social como fundamento para mejorar la calidad de vida de esas personas.
Según, James Midgley el desarrollo social es “un proceso de promoción del bienestar de las personas en conjunción con un proceso dinámico de desarrollo económico. En este proceso, es decisivo el papel del Estado como promotor y coordinador de éste, con la activa participación de actores sociales, públicos y privados”.
Desde nuestra particular visión, la sociedad del desarrollo no puede, ni debe ser proyectada desde una simple concepción económica, como desafortunadamente ha sido visibilizada, donde los índices de crecimiento/decrecimiento se ciñen a variables exclusivamente de capital (financieras, mercantil, monetarias…), siendo ellas las que validan y acreditan si una sociedad está, más o menos desarrollada.
Creo que debemos reestructurar y/o complementar este concepto, y redefinir el bienestar de la sociedad con otros parámetros que, realmente reflejen ese progreso, y que no sean exclusivamente económicas.
Existen Indicadores de Desarrollo y Progreso que están más acordes y cercanos al sentir humano, al bienestar y, a las relaciones emocionales entre semejantes, las
llamaremos variables humanísticas, como podrían ser la “Esperanza y la Calidad de vida Física, Psíquica y Social”; la “Alfabetización y Educación de la Población”; los “Índices de Pobreza”; “Igualdad de Género”; el “Cuidado y Homeostasis Medioambiental”, etc.
Ateniéndonos al tema que tratamos en este artículo, el Adulto Mayor, nos centraremos en la esperanza de vida, y en la calidad de ésta, como la variable prominente a considerar en el Desarrollo Social. La longevidad y la calidad de ésta (muchos años vividos en buenas condiciones de salud) debe ser un indicador importante de desarrollo humano, clímax del bienestar de la sociedad, y la meta a alcanzar por la mayoría de los ciudadanos.
Hagamos consciente la siguiente realidad: desde el inicio del periodo que oficial y, arbitrariamente, comienza la jubilación transcurre una media de vida entre 15 a 20 años hasta la muerte y, este periodo se irá alargando, sustancialmente, en el futuro.
La sociedad y particularmente los mayores nos debemos cuestionar, ¿tendremos que resignarnos a ser simples elementos pasivos de nuestro devenir?, ¿tendremos que aceptar con resignación que, una cuarta parte de nuestra vida transcurra siendo elementos invisibles, pasivos, cuyo objetivo sea el contemplar la llegada de nuestra muerte?
Si lo anterior es nuestro SINO, ¡Qué realidad más triste tiene nuestra existencia! Seremos meros espectadores de nuestro propio deterioro y desaparición, sin aportar a nuestra sociedad las experiencias vivenciales que puedan enriquecer a los otros miembros, más jóvenes, de la comunidad que compartimos.
Estamos en un mundo en continuo cambio, donde la adaptación al medio es fundamental para la supervivencia. Este cambio necesitará ser liderado con rigor, conocimiento y entusiasmo.
En este tránsito sociológico hacia una sociedad longeva, nunca antes experimentada en la historia humana por ninguna cultura, civilización, o sociedad, tendremos que adecuar mecanismos que visibilicen a este importante y, cada vez más influyente sector de la población (el Adulto Mayor) cediéndole el protagonismo, como actor
principal, en todos los contextos de la vida, no sólo los relacionados con el mundo del envejecimiento, sino en los demás órdenes de la vida, inclusive el político, económico y social.
Como conclusión de estos tres ensayos, “LA REBELDÍA DE LOS MAYORES”, me hago la última cuestión ¿Cuál debería ser nuestra posición (la de los mayores) en la sociedad del desarrollo? Ser beligerantes y, rebelarnos contra la injusticia y los agravios que, desgraciadamente sufrimos por algunos de nuestros representantes, elegidos democráticamente que, no son capaces de valorar nuestra contribución a la sociedad y actúan de forma autoritaria, sin consenso, ni dialogo sobre nuestros legítimos intereses como adultos mayores.
La realidad de los adultos mayores es y será la que deseemos que sea. El poder para cambiar las cosas está en nosotros mismos y, en la capacidad de unión para alcanzar cotas más altas en los derechos que nos asisten como miembros activos y participativos de la sociedad.
DR. JUAN CARLOS ÁLAMO LÓPEZ
“Una ausencia de libertad cómoda, suave, razonable y democrática, señal del progreso técnico, prevalece en la civilización industrial avanzada”
(H. MARCUSE)