Fíjate que, el otro día viendo la película biopic de Elvis (por cierto, me decepcionó un pizco ya que no es la película del rey del rock si no la de su manager), que me pregunté qué sería de la vida de Lisa Marie, la única hija del adorado cantante con su esposa en aquellos momentos, Priscilla Presley. Mucha gente envidia a los hijos de famosos porque piensan que tienen la vida solucionada y no saben que muchas veces es el efecto contrario. Ser hijo de famoso te condiciona de tal manera que nunca te verán como un ganador si no como alguien a la sombra del triunfo de tu progenitor. Y esa es una losa demasiado pesada. Eso le pasó a la guapa (para mi una de las mujeres más bellas del mundo) Lisa Marie. Fue de fracaso en fracaso. Como cantante, lo intentó. Y nada. Como esposa, cuatro matrimonios. Y tampoco. Con Michael Jackson duró tres años y sobre ese matrimonio siempre rondó la duda si fue un pacto para lavar la imagen de Michael, absuelto en un juicio de abusos a menores. Pero es que con Nicholas Cage soló duró tres meses. A eso le llamo yo “un sonoro fracaso”.
Un paro cardiaco que la llevo, aún con vida, al hospital y uno de repetición fue la causa del óbito. Ahora descansarán sus restos de 54 años en la Mansión de Graceland en Memphis (Tennessee) que heredó de su padre, justo en el Meditation Garden junto a los de Papá Elvis y los de su propio hijo Ben. La muerte del chico en el 2020 a los 27 años la sumió en una depresión. Ahora los fans podrán visitar la tumba de los tres por el módico precio de 175 dólares. Descanse en paz una de las mujeres más bellas del mundo y espero que ahora pueda cantar con su padre, dónde estén, sin que nadie les juzgue.