La vida es como un juego, a veces ganamos la partida y otras aprendemos a perder. El perder se atribuye a derrota, a que no llegaste a cumplir con el objetivo y por lo tanto no lograste lo que estabas buscando, lo que querías para   ti.   Cuando   esto   sucede nuestro alrededor cambia, las rachas buenas desaparecen dando paso a las malas rachas; noticias que te cambian la vida e incluso a plantearte  quién  eres.  

Es  difícil lidiar con una situación que no imaginaste y aceptarla mucho más. Son en esos momentos cuando la oscuridad se va apoderando de nuestras esperanzas, deseos ocultos, sueños, rutinas, objetivos, etc. Parce que todo es oscuro, que no hay salidas por ningún lado y nuestros pensamientos se convierten en nuestros peores enemigos. Ahí es cuando ya dejamos de ver todo lo que nos rodea, lo que nos importaba o aquello que nos dibujaba una sonrisa tonta. Las nubes grises nos acompañan con cada paso, afectando a todos los ámbitos de nuestra vida. Abandonamos la luz porque solo nos centramos en lo negativo. Nadie dijo que fuera fácil pero tampoco imposible. Cuando todo se apaga y dejamos atrás las personas que fuimos, renunciamos a superarnos y mejorar como seres humanos. La vida da muchas lecciones, algunas injustas pero tal vez esas son las que nos hacen madurar o valorar todo lo que poseemos. La oscuridad no es eterna, ni siquiera es culpable de nuestro dolor. Somos nosotros los que nos lanzamos a sus brazos para aferrarnos a aquello que nos hiere, que nos afecta o aquello de lo que pretendemos huir. Es más sencillo, darse por vencido que hacer frente a una mala racha que te toca vivir.

A pesar de los golpes de la vida no debemos dejar ser nuestra propia estrella. Ser una luz en los momentos de mayor oscuridad, aunque nuestro brillo sea pequeño, será suficiente para seguir avanzando. Todos pasamos por experiencias duras que nos marcan para mostrarnos quienes debemos ser, para continuar creciendo y afrontar lo que venga. A veces somos nuestra propia estrella y algunas veces, las personas que más queremos son nuestras estrellas. Esas personas que pasé lo que pasé siempre arrojan luz cuando más lo necesitamos. Incluso cuando todo marcha bien, porque su brillo no se apaga ante nada. Puede que las situaciones se compliquen, pero no permiten que les arrebaten su luz. Una luz que guía a aquellos que han perdido la esperanza y ganas de luchar. Ser una estrella es aceptar que la vida te puede cambiar, pero eso no significa que dejes de ser tú. Abrazar el miedo, caminar con dudas, comer con preocupación es avanzar hacia tu luz interior. Allí se encuentran nuestras fuerzas, ganas y esperanzas para seguir jugando a este juego llamado vida. Pasé lo que pasé, nunca olvides que tú, eres tú propia estrella.

Margua