Ascenso

¡Hace frío! Mucho frío, y, sin darse cuenta de que estaba dormido, despertó. Estaba acostado en posición fetal en el duro suelo, con la mano izquierda bajo la cabeza, pero sin almohada y sin colchón.

Una luz, a lo lejos, permitía no estar completamente a oscuras, aunque no alumbraba casi nada. No reconocía el sitio, pero el olor sí que le era familiar, ese olor que solo se respira en las cuevas frías y húmedas. Se levanta aterido de frío, tambaleante y sin fuerzas, extrañado, sin conseguir saber dónde ni por qué. Lo único que cambia es que la luz ahora está sobre él.

Hace el esfuerzo, ya que no tiene las gafas, de intentar ver dónde está y qué hay a su alrededor. A tientas, y con lo poco que ve, deduce que el sitio es de forma cilíndrica, de no más de tres metros de diámetro, sin escalera, pero sí con piedras sobresalientes en la pared, que parecen ir escalándola como la silueta de una escalera de caracol, aunque no sabe hasta dónde llegan.

Por instinto de supervivencia, decide ir subiendo por esas piedras salientes, ¡no quiere seguir allí! Las primeras son muy pequeñas, parece que están hechas para que resbale y no lo consiga, pero logra, sin saber cómo, mantenerse e ir ascendiendo poco a poco. Es peligroso, y cuanto más sube, mayor es el riesgo de hacerse mucho daño al caer.

No sabe cuánto ha subido, pero la luz sigue estando lejos, aunque nota un cambio: los peldaños son de otro material, ya no son resbaladizos, y parecen un poco más anchos. Le cuesta, no sabe cuánto tiempo ha pasado allí, pero se siente muy cansado, no obstante, no quiere pensar en parar, sobre todo cuando se percata de que cada vez el camino es más seguro, aunque siga sin tener una barandilla de protección para agarrarse en caso de descuido.

A medida que sube, la luz se acerca y las paredes van siendo de color. El panorama es diferente, y la esperanza también. No fue un ascenso fácil, tardó algunos años en subir. Pero cuando salió del pozo, volvió a respirar, vio que tenía presente y futuro, y supo que debía pisar firme, para no perder esta nueva oportunidad que le daba la vida, y así, pensar muy bien, de ahora en adelante, en cada paso que debía dar.