La vida tiene sus locuras y sus caprichos, y en medio de ellos, algunos de nosotros, hemos tenido la suerte o la bendición de poder disfrutar de la grandeza del cantante cubano y compositor Francisco Céspedes, con toda una vida de trabajo musical a sus espaldas y una larga trayectoria de éxitos muy merecidos, no solo por sus bellas canciones, sino también por su saber estar, su sentido del humor y su característica y especial voz que acaricia los oídos.
Nadie —que solo haya oído sus fantásticos discos y melodías—, sabe que, no solo es un cantante, sino también un médico del cuerpo y del alma, un showman que cautiva al público con sus bromas y su cercanía, si no ha acudido a alguno de sus conciertos para escucharle en vivo y en directo. Y tampoco muchos conocen, que por sus venas corre sangre canaria, por parte de su abuelo Francisco Rodríguez, que proviene de Gáldar y emigró a costas caribeñas para buscar fortuna y casarse con su abuelita querida Herminia Romero Morel.
Así que no es casualidad que Pancho —como así le llaman sus allegados y medio mundo —escoja estas islas amadas, no solo para cantar con todo su corazón, sino para reencontrarse con excelentes amigos y seres cercanos, que siempre acudimos a verle.
Pancho llena, en todo el mundo, los diferentes teatros en donde actúa y así ha sido en Los Jameos del Agua en Lanzarote el jueves pasado, en el auditorio de Antigua en Fuerteventura el viernes y en el auditorio Alfredo Kraus, el domingo 7 de abril en Las Palmas de Gran Canaria (con un aforo de 1650 personas) en el que no cabía nadie más.
A pesar de que se cayó en Los Jameos y se fracturó dos costillas, no suspendió ninguno de sus shows y se entregó por completo a su público, sin considerar siquiera el horario de los mismos. En Las Palmas, el concierto, cuya duración prevista era de una hora y media se alargó a 3 horas y 10 minutos, porque Céspedes no solo canta él, sino que invita a quiénes él valora a tomar el escenario, dándoles un minuto de oro (en verdad mucho más que un minuto). Pancho bromea, se baja de las tablas, hace malabares y salta a donde haga falta para hacer felices a sus espectadores y para abrazar a las personas que son importantes para él, como lo es su público, a quién también saluda con efusión y canta muy cerquita. Pancho es magnánimo con los que están empezando. No ve en ellos competidores, sino la continuación de su legado musical. Así mismo recuerda y honra a aquellos que ya se han retirado de esta hermosa profesión y a otros que nos han dejado para cantar en otra dimensión, como Pablo Milanés y Armando Manzanero, compañeros de senda y amigos del alma.
Francisco Fabián Céspedes Rodríguez, nacido en Cuba y nacionalizado mexicano, vive actualmente en Cancún, y no se corta un pelo para expresar sus opiniones en contra del régimen cubano (por lo que tiene restringido el acceso a su país natal desde 2019) o criticar a otros políticos como AMLO, presidente del país en que reside, así como a ese nuevo orden mundial que nos intentan implantar. En la pandemia estuvo en el lado de los censurados antivacunas y a pesar de toda la presión para poder viajar y cantar no cedió ni un ápice en sus opiniones y decisiones, demostrando que es una persona íntegra en sus convicciones y principios. A modo de recordatorio, sobre todo para las nuevas generaciones que no han seguido su trayectoria, decir que saltó a la fama en 1998 gracias a su álbum Vida Loca, con el que obtuvo quíntuple Disco de Platino en España. Pancho estudió medicina y abandonó la carrera médica, quedándole solo un último examen para aprobar su especialidad, a cambio de la oportunidad de un escenario. Gracias a ese valor y coraje de luchar por sus sueños hemos podido disfrutarle y esperamos seguir disfrutándole mucho tiempo más. Gracias Pancho. Hasta tu próxima gira canaria, que esperamos sea muy prontito.
(Fotos de Luis Medina y Margarita Otero)