Desde hace tiempo, los organismos internacionales vienen dando nota de suspenso a nuestro sistema educativo. Año tras año comprobamos que estamos muy por debajo de la media europea y el rendimiento no mejora. En Canarias se da la circunstancia de que todavía estamos por debajo de la media española. Y solo parece salvarse de la hecatombe general la región de Castilla-León, quién lo iba a decir. Los profesores de secundaria que conocemos alegan padecer desánimo y malas sensaciones ante lo torpe de las últimas reformas educativas, que siempre tienen un sesgo político sin afrontar de verdad las circunstancias propias del sistema, sus numerosos fallos, sus visibles defectos.
Aquí tenemos, además, un alto índice de fracaso escolar, que también lleva aparejado un alto grado de absentismo. Las sucesivas reformas han dejado en mal lugar a los profesores de la enseñanza, pues se ven obligados a dar el pase de curso a alumnos que tienen varias asignaturas suspendidas. El desencanto por la burocracia que los profesores han de afrontar en su tarea diaria hace que se incrementen las sensaciones negativas de ese colectivo, ya muy penalizado.
Por otro lado, la OCDE ha elaborado un diagnóstico bastante crítico con el sistema educativo español, y ha propuesto diversas acciones para mejorarlo. Entre ellas, identificar los centros educativos socioeconómicamente desfavorecidos, concentrar recursos en ellos, premiar a los docentes que los elijan y también ampliar el horario de permanencia en la escuela de los alumnos vulnerables.
Lo que más preocupa es el abandono escolar temprano, y se refiere al alto porcentaje de jóvenes entre 28 y 24 años que han terminado, como mucho la ESO y no siguen ningún tipo de estudio y formación. En realidad, lo que salta a la vista como prioridad absoluta sería la necesidad de mayor confluencia e entendimiento de los dos grandes partidos nacionales, a fin de que promuevan reformas educativas serias y bien contrastadas, lejos de la improvisación y entendiendo que este es un tema de fondo que hay que resolver con medidas a largo plazo.
La OCDE, junto a la Comisión Europea, han publicado un documento con propuestas para reducir el abandono escolar temprano en el país. Se sabe que los jóvenes que dejan pronto el centro escolar corren un mayor riesgo de sufrir exclusión social, y a menudo se encuentran con más dificultades para obtener y conservar un empleo. Padecen, como consecuencia, inseguridad laboral, desmotivación y baja autoestima. Esto genera cuantiosos costes para la sociedad, al tener que soportar el paro juvenil y la pobreza estructural. También cuenta mucho el origen social de los alumnos, ya que aquellos cuyas madres solo tienen estudios primarios presentan diez veces más posibilidades de abandonar la escuela de forma temprana, los tienen madres con estudios medios o superiores abandonan menos.
Hay muchas cuestiones pendientes, como el uso del móvil en clase y tras los recientes datos negativos de los informes internacionales, el presidente del Gobierno anunció que el ejecutivo va a poner en marcha un plan de refuerzo para mejorar el desempeño de los alumnos en matemáticas y comprensión lectora, dos puntos flacos de los alumnos españoles. Pero este tipo de anuncios hechos delante de las cámaras en tiempos pre-electorales carecen de credibilidad, más bien son ocurrencias. Porque lo que hay que hacer es dar la vuelta al actual estado de cosas, y sobre todo lograr un pacto de los dos grandes partidos ya que la educación ha de ser una cuestión de Estado.
A la luz de los informes negativos, se propone reducir el número de alumnos por aula, dotar de refuerzo a quienes tengan mayores dificultades y un plan de formación para el profesorado dirigido a mejorar la enseñanza en matemáticas y comprensión lectora. España ha bajado ocho puntos en matemáticas, casi un descalabro. En comprensión lectora el retroceso ha sido de tres. Habrá que hacer algo, porque prohibir los móviles no es suficiente.