Como no soy buen bailarín, algunos amigos se han sorprendido por el hecho de que he titulado mi última novela con el nombre de esa danza para algunos vulgar y machista y para otros divertida y excelsa, esa musiquilla que suena en la radio todo el rato. En realidad, fue hace mucho tiempo en la República Dominicana cuando contemplamos por primera vez el “perreo”, ese baile que entusiasma a algunos jóvenes y que viene a ser una imitación del coito entre los perros.
Con las 339 páginas y trece capítulos del libro, lindamente editado por Jorge Liria en su editorial Mercurio, he querido hacer una propuesta para la celebración de la vida más allá de las epidemias, los volcanes y las penalidades de esta época, he querido construir una invitación a la felicidad y al instinto de supervivencia por encima de cualquier circunstancia desfavorable que nos afecte. Por eso la música festiva del reguetón se proyecta en las vivencias de los personajes. También he querido recordar el famoso lema del Carpe Diem, disfruta el instante, que formuló Horacio en sus Odas.
Ha salido una novela coral, cuyos personajes dialogan sobre las cien cuestiones de la cotidianeidad. Ha habido epidemias y ha habido volcanes, los personajes han sido golpeados por estas circunstancias del destino, pero hemos de saber superarlo todo. Y así salen al primer plano las celebraciones y los duelos, los amores y desamores, las muertes y los nuevos comienzos, las corrupciones y las traiciones, de un conjunto de amigos que viven la vida desde distintos prismas. Apunta el catedrático universitario Francisco Juan Quevedo, de la ULPGC, una frase del filósofo germano Friedrich von Schlegel cuando señaló que «la vida es una conversación interminable», y en esta obra abundan los diálogos entre los personajes, conversaciones en las que desfilan los grandes temas de la época, desde el cambio climático a la inteligencia artificial, desde los influencers a la política. Ha irrumpido la cita del filósofo y escritor alemán en este cóctel de 339 páginas que se simboliza en la imagen de la cubierta: una coctelera perlada de gotas gélidas, media naranja y una rodaja de esta cortada en espiral. Para Quevedo, Reguetón es un paradigma de la corriente del nuevo realismo que define Germán Gullón; es una obra postrealista en la que el autor muestra un abanico amplio de cuestiones muy reales, con personajes y situaciones tangibles, que forman parte de un escenario cotidiano; pero lo hace sin las ataduras que dictaban las normas sociales fomentadas por una burguesía rígida y, en la mayoría de los casos, hipócrita.
El editor literario ha sido el también profesor Victoriano Santana Sanjurjo. Esta publicación de Mercurio (Madrid, 2024) es consecuencia de un proceso de madurez del autor. Hay libros que requieren de toda una vida para ser compuestos, afirma, títulos que precisan de unas condiciones que solo se pueden obtener después de haber recorrido una larga trayectoria vital y creativa. Lo más importante es aprender a ser un superviviente. Hay que saber alejar las acechanzas y pensar que el día que acaba de nacer es un regalo, porque la vida es un riesgo maravilloso y por eso hemos de capturar todos los momentos. Porque prescindir de la sensación de malestar y de crisis de estos tiempos es amputar la vida misma, quitarle algo que le es propio e, incluso, que es necesario para experimentarla en plenitud. Así el pesimismo puede derivar en lo contrario: la plenitud, la intensidad. Así la obra toma del género musical reguetón la actitud desenfadada y desinhibida, y se trata de una revisión sin dogmatismos ni asperezas de lo que deben ser las prioridades de nuestro tiempo.
Según la crítica especializada, actualmente los narradores escriben con conciencia en libertad, sin que las trabas personales o sociales les condicionen. Parece que la vida no tiene sentido, pero no tenemos más remedio que vivirla a fondo. Se trata de una revisión honesta, humilde, de lo que deberían ser las prioridades de nuestros días.