Un domingo al mediodía, dando vueltas por el dial, cada vez más poblado, salta la voz vigorosa y entusiasta de un amigo acompañado por algunos guitarreros. Es la hora reverencial de México en Radio Guiniguada, esa emisora de las minorías populares, de las causas combativas, que sigue ejerciendo su papel. Pues bien: hace muchos años, residiendo en la sierra de Madrid, me sucedió una sorpresa todavía mayor. Y es que en una de las radios dedicadas a las canciones del ayer, a los temas clásicos de las pasadas décadas, la locutora anunció: “Y ahora un tesoro musical”. Era ni más ni menos que una grabación de Víctor Ramírez, cantando uno de sus temas preferidos de su amado folklore.

Un escritor con una obra mayor decide un día poner punto y final a su escritura para dedicarse a lo que le divierte más: cantar y cantar, buscar composiciones menos conocidas, divulgar los temas clásicos de José Alfredo Jiménez y tantos compositores que en Canarias encontraron terreno fértil desde el fondo de los tiempos. Porque en las fiestas populares, en las verbenas, en las celebraciones del pueblo, desde que yo era niño brotaban con alegría sin igual esos temas que en realidad son crónicas del dolor, del abandono, de las parejas rotas, de las lamentaciones del amor. Un folklore sin duda machista y casi siempre aplicado a recordar la perversidad de los amores rotos, la frialdad de las mujeres cuando el amor se acaba.

En España la música de México siempre tuvo un arraigo especial, recordemos a Chavela Vargas y sus temas con Joaquín Sabina o Joan Manuel Serrat. Cuba también ha tenido y tiene un protagonismo de primera fila, sobre todo en Canarias debido a la intensa emigración de ida y vuelta, aquí la salsa, aquí los decimistas, aquí el mundillo del carnaval. Y qué decir de Argentina, o de Venezuela. En cuanto a la gastronomía, el lenguaje, la canción, la música del pueblo llano esas conexiones han brillado y siguen brillando.

Y Víctor Ramírez con su voz inconfundible, con su divulgación apostólica, es un pequeño héroe de las ondas grancanarias cuando varias veces a la semana nos deleita con temas que son muy valorados por el pueblo llano. El autor de Nos dejaron el muerto cumplirá 80 años el próximo 30 de junio, y, reconocido como escritor en dialecto canario y editor, nos deja 13 novelas, cuatro volúmenes de cuentos y muchas ediciones de escritores amigos como Isaac de Vega o Natalia Sosa. Sus programas radiofónicos, desde aquel emblemático Que te vaya bonito hasta muchos más permanecen en la memoria de sus oyentes, igual que su pensamiento político, su radicalismo independentista, su probada capacidad para aunar historias que siempre se refieren a la gente más sencilla, más humilde. No en vano él nació en uno de esos riscos que rodean la ciudad de Las Palmas, y ahí es donde se fraguó su mundo, su lenguaje, sus personajes, sus miserias y grandezas cotidianas.

Un reciente domingo al mediodía, dándole vueltas al dial encontré de nuevo su voz inconfundible, y me llevé la misma alegría que cuando allá en Madrid una locutora anónima anticipaba que íbamos a escuchar un tesoro musical, para dar paso a una de las grabaciones del amigo. Cuando canta y cuenta la historia de cada uno de los temas es como si se agigantara, como si lo poseyera un estado de iluminación y una felicidad total. Porque en Víctor esos grandes dramones que cuentan las canciones de México encuentran la expresión rajada y sufridora que nos quiso trasladar en su momento el compositor.

En los años 40 y 50 muchos artistas mexicanos rodaron películas que tuvieron mucho éxito en España, y, viceversa, también Lola Flores y compañía pasearon su arte por los grandes escenarios del otro lado del Atlántico. España y México no tenían relaciones diplomáticas en la era franquista, pero, a pesar de la política, eran pueblos hermanos.