(En contra de las políticas proteccionistas de Trump)

A Río Revuelto, ganancia de Pescadores

El proteccionismo es una política económica intervencionista aplicada por un Estado para proteger y favorecer a sus productores nacionales frente a la competencia de los productores extranjeros.

 Es ésta una forma de regulación del comercio exterior de un país.

El proteccionismo se opone al “libre comercio”, pero en un mundo globalizado como el que nos ha tocado vivir, donde todos dependemos de todos, resucitar esas políticas comerciales caducas y trasnochadas donde la Historia nos ha demostrado una y mil veces que, terminan produciendo un efecto bumerán y negativo sobre aquellos países que las imponen, resulta incomprensible; es más, yo diría que asombroso el comprobar que  precisamente ahora en pleno siglo XXI, aparezca un rico empresario con complejo de “matón pistolero” del salvaje oeste americano, convertido en presidente electo de un país como EE. UU., la primera potencia mundial económica y militar del mundo, que sea el encargado de resucitar este modelo y ponerlo en práctica, sin tener en cuenta lo que nos ha enseñado la Historia desde que el mundo es mundo y el homo sapiens abandono sus cuevas y es que…  «Cuando los elefantes se pelean, quien sufre de verdad es la hierba»; cosa que, por otra parte, no es de extrañar, pues si nuestro sistema de enseñanza se sustenta en la disparatada LOGSE, ni qué decir tienen el del sistema americano, especialista en crear de todo, menos ciudadanos cultos.

Como todos sabemos, las medidas proteccionistas consisten esencialmente en restringir las importaciones extranjeras (barreras aduaneras, cuotas de importación, reglamentos gubernamentales, normas técnicas o sanitarias etc.), fomentar las exportaciones (subvenciones diversas, incentivos fiscales, devaluación de la moneda etc.), favorecer a las empresas nacionales en las licitaciones públicas o impedir que los inversionistas extranjeros tomen el control de las empresas nacionales.

 Estas prácticas, como digo, caducas y hasta salvajes, han terminado a lo largo de la Historia trayéndonos sanguinarias y terribles guerras entre naciones.

Pero este resucitado “pistolero del salvaje oeste yanqui” parece que los árboles no le dejan ver el bosque y se mantiene firme bajo los dictados de su no menos estúpido y solitario eslogan: «American first», como si más allá de los dos océanos que rodean a su país, no hubiera más vida civilizada en el planeta Tierra.

El proteccionismo tal y como lo entendemos hoy en día, tiene su origen en la Alemania del siglo XIX.

El economista alemán Friedrich List, sugería que para que los miembros de la Confederación Germánica alcanzaran un grado de desarrollo similar al del Reino Unido, debía defenderse e impulsarse la industria nacional, que no estaba en condiciones de competir contra la más desarrollada industria británica.

Esto debía hacerse restringiendo las importaciones de los productos procedentes de Gran Bretaña y la Historia nos demostró cómo acabó “el invento” en dos guerras y una en manos de un político militar, con tintes de dictador como el actual presidente yanqui.

Lo que no le entra en su cabeza de millonario absolutista y despiadado, es que la Hierba a la que me refería más arriba, cuando mencionaba la «lucha entre elefantes», es precisamente la clase media y baja  trabajadora de todo el mundo, y cuando digo «todo el mundo», me estoy refiriendo también a los muchos millones de estadounidenses de clase media baja, quienes sufrirán las consecuencias de ese efecto bumerán, que sin duda se producirá como consecuencia de aplicar medidas proteccionistas basadas en «freír» a aranceles a todos aquellos países que no le rindan pleitesía a EE. UU., aunque tres o cuatro firmas comerciales se conviertan en supermillonarias, por aquello, también real de que… «A río revuelto, ganancia de pescadores».

Al discriminar las importaciones, la gente sería menos propensa a comprar cosas, porque se vuelven más caras.

 El objetivo que «el pistolero Trump» intenta conseguir es que todos compren solo productos locales, creyendo que de esa manera estimulará y hará crecer la economía sin muchos esfuerzos. En otra palabra nuestro pistolero piensa… “En este pueblo no hay sitio para los dos, forastero y desenfunda su Colt 45 largo, a la velocidad del rayo, tanto que, al otro pobre, que ni siquiera iba armado, pues era un simple y honrado ganadero agricultor, no le dio tiempo ni de arrepentirse de sus pecados antes de ir de cabezas al infierno.

¿Recuerdan la película? Si hombre…, que se titulaba: “Yo lo vi primero” y el protagonista era John Wayne. La proyectaban en Telde en el cine Cervantes y la repetían los miércoles en “fémina” y por medio duro (dos pesetas con cincuenta centimos)… ¡Qué tiempos!

Bromas aparte. Según ese cerebro gris oscuro que oculta bajo su alocada cabellera rubia, las políticas proteccionistas incentivarían la expansión de la producción y la sustitución de las importaciones por productos nacionales (industrialización por sustitución de importaciones).

 Se supone o supone “el rubio yanqui” que deben reducir la presión de la competencia extranjera y disminuir el déficit comercial o incluso, si eso no saliera así, pudiera tener la tentación de corregir los precios artificialmente, bajos determinados productos importados, utilizando el «dumping», las subvenciones a la exportación o la manipulación de la moneda llegado el caso. A él no le importa que… “El gato sea negro o blanco, siempre que le cace ratones”

Pero lo que desconoce, o no quiere conocer, que no sé qué, sinceramente, desconozco que sería peor, es según la prestigiosa Universidad de Chicago, existe un consenso casi unánime entre los economistas de las universidades de USA, que asegura que el proteccionismo tiene un impacto negativo sobre el crecimiento y los niveles de riqueza.

 A esto se le suman los economistas clásicos y neoclásicos, que están a favor del libre comercio y argumentan que estas políticas perjudican claramente a los productores.

También argumentan que los déficits comerciales no son un problema, ya que el comercio es mutuamente beneficioso.

En definitiva, los economistas que apoyan las políticas proteccionistas terminan admitiendo y por lo tanto sostienen que, los desequilibrios comerciales son perjudiciales.

Por ejemplo, John Maynard Keynes, que se apartó del libre comercio a principios de la década de 1930, aseguraba que los países con déficits comerciales debilitaban sus economías, mientras que los países con superávits se podían enriquecer aún más a costa de los demás, aunque ello supusiera un tremendo dolor para el pueblo llano.

Pero luego le remordía la conciencia y aconsejaba grabar las importaciones de los países con superávit para evitar los desequilibrios comerciales.

 ¡Pero qué buena persona era Keynes! Primero te clava la espada y luego te vende «las tiritas y la mercromina » para que te cures la herida.

En Canarias contestamos a eso… ¡Cristiano!, por lo que me cuenta, veo que la jeringamos!… O lo que es lo mismo, el conejo terminó riscándome la perrita cazadora; así que ese, «tabaco» me lo picas más bien finito, que lo quiero para la cachimba nueva.

¡Qué cosas!

Fdo. Julio César González Padrón

Marino Mercante y escritor