El auge de la ultraderecha en Europa ha captado la atención de analistas y ciudadanos por igual y no es para menos, pues resulta ciertamente preocupante.  

Este fenómeno, especialmente entre los jóvenes, plantea preguntas sobre los factores sociales, económicos y culturales que en definitiva lo impulsan.

Siempre bajo la humilde la opinión de este “maúro” de Telde, viejo lobo de mar y en su jubilación metido a escritos tardío, con ya 15 obras publicadas, cree que el llamémosle “auge” de la ultraderecha se debe a:

 La crisis económica y precariedad laboral: La desindustrialización y las políticas de austeridad han generado inseguridad económica, especialmente entre los jóvenes.

 Esto ha llevado a muchos a buscar respuestas en discursos populistas.

La inmigración y miedo al cambio: La llegada de refugiados y migrantes ha sido utilizada por partidos de ultraderecha para vincular la inmigración con inseguridad y pérdida de identidad cultural, ya que este tipo de discurso es bastante populista y fácil de hacer.

La desilusión con los partidos tradicionales: Muchos jóvenes sienten que los partidos convencionales no abordan sus preocupaciones, lo que los lleva a explorar opciones más radicales.

La influencia de las redes sociales: Plataformas digitales han amplificado mensajes extremistas, atrayendo a jóvenes con narrativas antisistema.

Y, por último, el papel de los jóvenes; a quienes tradicionalmente se les ha incluido dentro de un colectivo fácilmente doctrinable.

Aunque tradicionalmente se le asocia a los jóvenes con movimientos progresistas, lo cierto y preocupante es que una parte significativa haya sido atraído por la ultraderecha.

Factores como el rechazo al feminismo, el miedo a perder privilegios y la búsqueda de identidad en un mundo cambiante, han jugado un papel clave.

Por todo ello mantengo que, el crecimiento de la ultraderecha, no es un fenómeno aislado, sino el resultado de múltiples factores interconectados.

Comprender estas dinámicas es esencial para abordar las preocupaciones de los jóvenes y fomentar un diálogo inclusivo.

Ese desencanto que entre ellos y especialmente entre los que proceden de países del Este, parece ser un factor clave.

La transición de un sistema “rígido y hasta semi dictatorial, o dictatorial a secas, donde el «papá Estado» ofrecía ciertas seguridades, aunque limitadas, a un modelo donde la responsabilidad recae completamente en el individuo, puede ser abrumadora, especialmente en un contexto de alta competitividad y desigualdad.

Además, el contraste generacional que estamos viviendo es muy relevante.

Los jóvenes de hoy, a pesar de estar más formados, se enfrentan un mercado laboral más precario y un acceso más difícil a bienes básicos como la vivienda.

Esto puede generar una sensación de injusticia y nostalgia por un pasado idealizado; lo que a menudo es aprovechado por movimientos políticos que prometen soluciones rápidas o un retorno a «mejores tiempos».

Llegado a este extremo, la pregunta sería ¿Cómo se puede canalizar ese desencanto juvenil hacia soluciones constructivas en lugar de caer en discursos poralizantes?

La idea en el desarrollo efectivo de un modo de vida basado en doctrinas   Humanística, centrada en el bienestar y desarrollo integral de la persona como eje de las políticas, no solo sería noble, sino que ha demostrado ser un pilar para la reconstrucción social y económica en momentos críticos de la Historia.

Es cierto que el término «Humanismo» ha cargado con prejuicios o asociaciones injustas, muchas veces derivadas de contextos históricos y discursos intencionados para desacreditarlo.

Sin embargo, la esencia de lo que propondría, es desarrollar políticas democráticas que prioricen la “dignidad humana”, la igualdad y las oportunidades, que no debería quedar empañada por malentendidos históricos.

Podría ser el momento ideal para recuperar y redefinir ese Humanismo en términos contemporáneos, mostrando cómo puede responder a los desafíos actuales.

Imaginar un sistema que combine la tecnología y el progreso económico con un enfoque profundamente humano sería un paso revolucionario, aunque no lo vea así, nuestro nuevo “Rey de los aranceles” como solución a todos sus problemas, especialmente los de USA, pues que se puede esperar de un “pistolero rubio proveniente del salvaje oeste americano, que pretende presumir de un eslogan tan poco solidario como es el de… “American first”

 Tal vez podríamos soñar juntos con esos principios renovados.

En esencia, un enfoque “humanista” donde la principal preocupación principal fuera “el hombre”, luego “el hombre” y por último “el hombre”, podría ofrecer no solo alivio inmediato, sino también una visión sostenible para el desarrollo de las comunidades actualmente marginadas y generaciones futuras.

Existe varios ejemplos en Europa y América, de comunidades que se han beneficiado de políticas y enfoques humanistas como:

  1. Países nórdicos: En lugares como Suecia, Noruega y Dinamarca, las políticas humanistas han priorizado la igualdad social, el acceso universal a la salud y la educación gratuita. Esto ha resultado en altos niveles de bienestar y cohesión social.
  2. Proyectos de intervención social en América Latina: Iniciativas como las de Medellín, Colombia, donde se invirtió en educación, transporte público y espacios culturales en zonas marginadas, han transformado comunidades enteras, reduciendo la violencia y mejorando la calidad de vida.
  3. Reconstrucción post-Holocausto en Europa: Después de la Segunda Guerra Mundial, países como Alemania implementaron políticas humanistas para reconstruir la sociedad, priorizando la reconciliación, la educación y los derechos humanos.

Estos ejemplos muestran cómo un enfoque centrado en las personas puede generar cambios significativos.

Mi conclusión final es que todo esto que he expuesto no agradará en absoluto a mentes “ultraliberales y de extrema derecha” como la del actual “pistolero rubio del perdido oeste americano” Donal Trump, al igual que “el soñador de imperios ya olvidados por caducos, que se empeñan resucitar, caiga quien caiga, como es el también “rubito” “misilero atómico” Vladimir Putin.

Resulta triste, muy triste que, en estos momentos de la Historia de la Humanidad, estemos en manos de estos dos descerebrados, que ni de lejos, se le ocurriría probar a desarrollar una política basada en los principios humanísticos.

El primero prefiere, a toda costa, riquezas materiales, como petróleo, minerales, etc. y el otro territorio y sentirse SAR de todas las Rusia.

En definitiva, dos “rubios y descerebrados” y el mundo entero como rebaño sumiso de ovejas, en sus manos.

Y como a mi me gusta acabar mis artículos de opinión con un dicho de nuestro rico léxico canario, diré que…”Estas perriras “rubias”  me salieron media vironas y todas sus actuaciones (Trump y Putin) , me huelen a trapo quemado”

¡Qué cosas!

ACLARACÓN A MODO DE P.D. PARA AQUELLOS QUE LO DESCONOZCAN.

El Humanismo es una filosofía de la vida democrática y ética, que afirma que los seres humanos tienen el derecho y la responsabilidad de dar sentido y forma a sus propias vidas. Es sinónimo de la construcción de una sociedad más humana a través de una ética basada en valores humanos y otros valores naturales en el espíritu de la razón y la libre investigación a través de las capacidades humanas. No es teísta y no acepta opiniones sobrenaturales de la realidad.

 Se desarrolló durante el siglo XV y principios del XVI y fue una respuesta a la educación universitaria escolástica, que entonces era dominada por la filosofía y lógica aristotélica.

 La escolástica se centró en la preparación de los hombres para ser médicos, abogados o teólogos profesionales y se les enseñaba mediante libros de texto aprobados sobre lógica, filosofía natural, medicina, derecho y teología.

Fdo. Julio César González Padrón

Marino Mercante y escritor