En la madrugada del 25 de julio de 1938 un muchacho grancanario llamado Félix Mendoza Hernández libraba la famosa Batalla del Ebro, decisiva para el final de la Guerra Civil Española.
El ruido del tiroteo resultaba ensordecedor, las aguas del río se tiñeron de rojo y 100.000 jóvenes combatientes, de uno y otro bando, se dejaron la vida. Una emboscada terrible – recuerda Félix- quien vistió el uniforme de los sublevados.
Félix logró sobrevivir milagrosamente. En su destino ya estaba escrito que hoy, 29 de agosto de 2020, estuviera soplando 101 velas en su casa de Los Berrazales, en Agaete. Su cabeza, que funciona como un reloj suizo pefectamente engrasado, llena de recuerdos y del orgullo de haber sacado adelante a sus siete hijos: Ángela, Manuel, Félix, Luis, María Dolores, Francisco – ya fallecido- y Rosa.
Félix Mendoza y su esposa, María Dolores Medina Mendoza, nacieron en Los Altos de Gáldar, pero decidieron muy jóvenes establecer su hogar y criar a su extensa familia en Agaete. En cada cumpleaños del patriarca centenario se juntan los seis hijos vivos del matrimonio, 13 nietos y 3 biznietas.
Este año Félix sabe que será diferente y que sólo sus hijos estarán a la hora de soplar las velas. Él ha leído en los periódicos, aún lee la prensa cada mañana, y escuchado en la televisión, que hay un virus llamado coronavirus que está matando a muchas personas. Entiende y acepta con resignación que ya sus nietos y biznietas no se lo puedan comer a besos y abrazos. «Mira tú la enfermedad tan mala que nos ha venido. Ahora todos con mascarillas», suele comentar a su familia. Es un hombre feliz que ha logrado alcanzar 101 años cargado de fuerza emocional.
Uno de sus hijos comenta que Félix tuvo fama de mal genio en su juventud y madurez, pero «ahora se le ha aplacado, por suerte, el temperamento y está suavecito». Habla Manuel, uno de sus hijos, quien promete que hoy » me cogeré una templaera, porque no siempre se puede celebrar que tu padre cumpla 101 años».
Manuel ejerció varios y variopintos oficios durante su longeva vida. En una época trabajó como repartidor en el Canal de Regantes de Santa María de Guía. Aunque su etapa laboral más larga fue como encargado en la actual Casa de La Esperanza, antigua Casa de San Pablo, donde los sacerdotes de la época hacían los retiros espirituales. Justo allí fue donde Félix perdió la arraigada fe religiosa que había profesado hasta el momento. Años después sus hijos le escuchaban repetir una frase lapidaria: «los curas te ofrecen la gloria, porque ellos no la pueden coger».
Uno de los secretos de su longevidad es comer sano. Nunca se salta su desayuno de café, leche, gofio y pan mojado. En el almuerzo siempre cae un potaje y en la merienda un delicioso batido de mango. Su paladar palpita por unos ricos higos. De la televisión no se pierde los documentales de animales y de inventos.
Félix es consciente que con 101 años sólo le queda soplar muy fuerte las velas, ser agradecido con la vida y rezar para tener cada año a su extensa familia unida junto a él y su esposa María Dolores, 10 años más joven.
Felicidades Don Félix, así merece la pena ser centenario!!.