Hoy les traigo dos anécdotas de otros tantos ladronzuelos que a mí me parecen ingeniosas. A ver si les gusta.
1.- EL LADRON DE COCHES:
Esta historia ocurrió en Arucas allá por los años setenta del pasado siglo y me la contó un compañero de trabajo que era comercial y se pateaba todos los pueblos del centro y norte de nuestra isla visitando clientes.
Me contaba que a un compañero de profesión que vivía en Arucas, y que conocía desde hacía varios años, le habían robado su modesto coche, un utilitario que tenía para trabajar. Como los comerciales se patean todos los pueblos se lo dijo para ver si por casualidad se lo tropezaba, pues aunque había puesto la correspondiente denuncia ante la Guardia Civil, siempre venía bien todo tipo de ayuda.
Al cabo de 4 ó 5 días la Guardia Civil encontró el coche en un descampado de Tamaraceite en bastante mal estado. El coche tenía arreglo pero había que gastarse unos cuantos duros para dejarlo en condiciones, pues al parecer se había salido de la carretera y había chocado contra un árbol.
La propia Guardia Civil cogió al ladrón unos días más tarde. Después de tomarle declaración el chorizo confesó tanto el robo como los daños causados al coche. Acabada las diligencias, entregaron al chorizo junto con ellas en el Juzgado de guardia de Las Palmas capital, que señaló el juicio de faltas para unos veintitantos días más tarde. Mientras, el chorizo quedó en libertad con cargos.
Y es precisamente en la celebración del juicio de faltas donde se produce lo anecdótico de esta vivencia, pues el malhechor después de ratificarse en todo lo que estaba escrito en la declaración que había firmado ante la Guardia Civil, le pide permiso a su Señoría para hablar y el Juez se lo concede, desde luego algo extrañado por la petición, pues había admitido toda su culpabilidad. El malhechor se levanta de la silla y se vuelve hacia atrás para donde estaba el propietario del coche y mirándolo fijamente y gesticulando con sus esposadas manos le dice de manera amenazadora y alzando la voz «Y a usted lo voy a denunciar porque el coche estaba mal de frenos y por su culpa casi me mato».
Por muy serio que era el lugar, los asistentes e incluso el juez no pudieron aguantar la risa ante tamaña ocurrencia.
El único que se mantuvo serio fue el propietario del coche que seguía muy cabreado ante la absurda protesta de este chorizo, y pensando en todo lo que se tenía que gastar para dejar el coche en condiciones. Ver para creer, decía.
2.- EL LADRON DE APARTAMENTOS:
Esta otra anécdota me toco vivirla a mí y a mí esposa, bueno la verdad más a ella que a mí, allá por los años noventa, cuando pasábamos un fin de semana en San Agustín, en un apartamento que nos dejó un amigo que tenía una empresa de «Explotación».
Tato, el empresario, es un buen amigo y nos conocimos haciendo el servicio militar. Años más tarde nos volvimos a encontrar y desde entonces nuestra amistad fue creciendo.
Cuando tenía apartamentos libres nos invitaba a pasar el fin de semana a mí y a otro amigo común, también de la mili, y naturalmente con nuestras esposas. Nosotros íbamos encantados pues luego salíamos las tres parejas los viernes y sábados por la noche a cenar y después nos íbamos a bailar y a charlar un rato mientras compartíamos unas copas. Lo pasábamos francamente bien, pues, además, las tres mujeres se hicieron muy amigas.
Yo tenía, y sigo teniendo, la costumbre de echar una siesta después del almuerzo. Mi mujer no tenía esa costumbre y no se le apetecía, salvo que la noche anterior nos hubiéramos acostado muy tarde y hubiese dormido pocas horas. Así que ese día estaba leyendo una revista en el salón mientras yo dormía como un bendito en el dormitorio.
Al cabo de un buen rato de yo haberme acostado, siente que están abriendo la puerta de entrada. Al momento entra un chico de poco más de veinte años y al verla ni se inmuta y le dice con toda naturalidad: «Buenas tardes señora, disculpe que le moleste tan solo un momento. Es que vengo a llevarme la caja fuerte porque hace falta en otro apartamento, claro eso si ustedes no la están utilizando. Mi mujer algo extrañada le dijo: Espérese un momento que voy a despertar a mi marido que está echándose la siesta, y se levanta para ir al dormitorio a despertarme. El chorizo, con mucha tranquilidad, le dice: Mire señora no es necesario que despierte a su esposo que está descansando. Ya vendré en otro momento o la cojo de otro apartamento. Lo importante es no molestarle a ustedes. Que pase buena tarde. Ah, y por favor, no le digan nada a mi jefe porque igual me despide por haberles molestado. Y con la misma tranquilidad con que entró salió del apartamento.
Cuando me desperté mi mujer me cuenta lo sucedido y me quede extrañado al igual que ella, pues nosotros sabíamos que habían varios apartamentos vacíos. Así que si necesitaban una caja fuerte lo normal era que la cogieran de uno que estuviera desocupado.
Por la noche se lo contamos a Tato y a Pepe, el otro amigo, y Tato nos confirmó nuestras sospechas: Se trataba de un chorizo que iba a robarnos y que al encontrar a mi mujer en el salón le soltó la historia de la caja fuerte. Y además les pide que no me digan nada para evitar que cambie la cerradura. Cada día están más especializados, nos decía Tato. Hay una plaga de chorizos en la zona que nos tienen aburridos. No dejen nada de valor en los apartamentos, nos recomendó. Inmediatamente llamó a mantenimiento para que cambiaran la cerradura y nos trajeran una llave. Son verdaderos actores, nos decía Tato.
El problema es el de siempre. Unos no trabajan porque no encuentran y otros porque no quieren, pero como todos comen y tienen vicios que mantener, si no trabajan roban. Los centros turísticos se llenan de chorizos cada día más especializadlos y como la policía no da abasto, pues tenemos que contratar vigilancia privada. Total que este negocio cada día es menos rentable, se quejaba nuestro amigo.