Mañana presentación del libro «El Olor a Hojarasca»

Mañana miércoles, en la ciudad de Arucas, uno de nuestros grandes poetas que comienzan a apuntar cada vez más alto, presenta su segundo poemario, el primero en solitario, «El Olor a hojarasca» en la Biblioteca Pública de Arucas.

Un poemario lleno de sensualidad y vida,  un «revivir recuerdos y caricias» en palabras del prologuista del libro.

El autor desnuda su alma ante sus  lectores, que se encuentran inmersos, a través de los versos, en sus propias vivencias, excelentemente reflejadas en el texto, llegando a producirse un diálogo entre el autor y el lector, sin palabras, sólo con el compartir instantes.

Espero que este título esté entre los libros de su mesa de noche, de su biblioteca, y en especial entre sus manos. Seguro que les hará disfrutar.

El olor de la hojarasca.

Ya el título de este poemario, el primero en solitario, de Eduardo García Benítez, hizo que en mi interior algo se me revelara, acudiendo a mí infantiles vivencias, olores que parecía me estaban esperando y que desde hacía tiempo no se me hacían presentes, pisadas sonoras que han supuesto un revivir de afectos y caricias, por tanto fue como un reencuentro, un verse, cara a cara, del poemario con el que lo iba a leer, teniendo el privilegio del prologuista, de ser uno de los primeros que se acerca al interior del poeta, en este caso un mundo inesperado o, mejor decir, un metafórico oscurecer en el que el poeta está  deseoso de decir aquello que en el boca a boca no suele sacar a la luz, una especie de confesión, al desnudo, entre la soledad que necesita cualquier creador y lo que en su interior bulle, en el caso de Eduardo, como un volcán que despierta, sorprendiendo a todo aquel que se acerque a v(le)erlo, la fuerza de un interior que mana sin complejos de compartir lo que realmente siente: vacío, nostalgia, sufrimiento, olvido, muerte, tragedia o desahucio, palabra que encontramos en varios de sus poemas… alejándose de los temas agradables pero haciendo agradable y sugerente una lectura salpicada de dolor que hace que el autor se libere, a modo de catarsis, introduciendo al lector en un mundo que acongoja pero también atrapa a pesar de:

“los años enteros en los que no pasó nada”

Todo lo que intenta compartir Eduardo, con su dolor interno, aunque no deja de lado el externo, eso sí con menos significación, se explica con lo que en una ocasión leí en una revista de humanidades:

“La poesía nace del dolor. La alegría es un fin en sí misma.”

Nos encontramos con un lenguaje metafóricamente rico, con la anáfora, el oxímoron como recursos lingüísticos para destacar cuestiones que necesita, imperiosamente, compartir. Con el guiño al cine, Casablanca, o a la música que parece que suena cuando lo leemos: Pedro Guerra, Paul Simon, Alejandro Sanz, Sting o el poema que dedica a la pérdida de un gran referente como es el inolvidable Luis Eduardo Aute y que finaliza:

“dentro de mí nace un muerto ahora que ya no estás.”

También acude a las artes plásticas y así lo apreciamos en el poema 15 cuando confiesa:

“Tengo el Grito de Munch en mis orejas quizás por  eso escribo. Es más fácil perderme  en la soledad de un día cualquiera que en el recuerdo de un silencio dormido.”

También tiene su sitio, en este poemario, la Prehistoria, algo que me llamó muchísimo la atención, siendo protagonista en su poema 17, cuando hace referencia a Olduvai.

Incluso cuando parece que en alguno de los poemas de Eduardo va a surgir algo esperanzador, el poeta vuelve a su dolor, al que nunca le abandona de principio a fin en “El olor de la hojarasca”:

“Hay lugares donde uno imagina algo bueno quizás sea porque inventar es menos doloroso”

Otro ejemplo de esperanza que se desvanece, una vez más, lo tenemos en el poema 8:

“Somos la voz insurgente de una memoria las ganas de todo y de nada a la vez…”

Versos que sirven de ejemplo para ver como utiliza la palabra escrita como antídoto para aliviar su desazón. ¿Es el pasado o es el presente el que desalienta al poeta? Puede ser que ambas cosas se sumen dando como resultado este poético lamento.

“Hoy hay un olor errante a tristeza”

Lo cierto es que Eduardo García Benítez necesita de la poesía y la poesía necesita de Eduardo García Benítez aunque dice:

“uno escribe porque ha muerto muchas veces al día.”

El lamento constante, el desconcierto por momentos, al no encontrar el camino, como se puede leer en uno de los versos del poema 14, hace que se sincere y escriba estos desgarradores versos:

“Las calles del olvido celebran mi nombre cada mañana aunque intento pensarme.”

Parece que las experiencias antes de ser llevadas a cabo ya tienen visos de fracaso haciendo más patente su poético sufrimiento:

“Dos labios que se tocan antes de ser barcos hundidos.”

Para terminar, aunque se podría decir para comenzar la lectura de “El Olor de la hojarasca” creo que sería acertado que utilizara unas palabras de mi admirado Pedro Salinas, escritas en el año 1944:

“Los poetas pueden ser definidos como seres que saben decir mejor que otros lo que les duele.”

Palabras que son el fiel reflejo de lo que en mí ha supuesto este poemario de Eduardo García Benítez, un poeta que ha sabido, a través de la magia de las letras, transmitirnos lo que realmente le duele pero con versos que llegan al alma del lector, emocionándolo y haciendo que la poesía logre uno de sus objetivos fundamentales.

Juan Francisco Santana Domínguez