Todo, absolutamente todo, lo ocupas tú amor mio.
El agua en el naciente, la inmensidad de los mares, aquella playa pérdida del Sur isleño.
Así como collares de las algas en tu cuerpo vistiendo una diosa , o las estrellas en tu pelo brillando como guirnaldas de plata.
Eres el mismo cielo sobre el albero de tu piel dulce y clara; la fruta de un paraíso prohibido, la que tú dejaste en mis manos.
¡Ay! Dios mio…Qué el reloj de la vida, no pare su hora al instante.
Y qué no nos llegue nunca el cruel olvido.