N° 83. Juan el Grande y el aprendiz a carpintero.

En Guía, en la zona de San Roque, había una carpintería que tenía mucho prestigio. Fabricaban todo tipo de muebles y no daban abasto pues eran muchas las parejas que acudían a dicha carpintería para que les amueblaran la casa donde iban a vivir una vez casados. 

El propietario de la carpintería era don Juan Díaz, conocido por Juan “El Grande”. Era un hombre muy alto, cerca de los dos metros y muy corpulento. Era por tanto un hombre de mucha fortaleza e imponía respeto, pero como casi todos los hombres de esa naturaleza, era muy noble. En la carpintería trabajaban algunos de sus hijos y varios empleados mas, y también era habitual que hubiera algún que otro aprendiz, pues en esa época no habían Institutos de Formación Profesional y los oficios se aprendían directamente de los profesionales, de los maestros. 

También hay que tener en cuenta que entonces no se habían instalado en las islas los grandes almacenes que existen ahora; por lo que el que necesitara un mueble de cualquier tipo tenía que acudir a una carpintería, y ésta de Juan el Grande era de las mejores.

Hace muchos años me contaron la anécdota que les paso a relatar ahora.

ANÉCDOTA: Juan el Grande ya se había jubilado por ser bastante mayor, y como era su costumbre, se encontraba sentado en una silla junto a la puerta de entrada a la carpintería, desde donde veía y saludaba a toda la gente que pasaba por la calle y al mismo tiempo controlaba a todo el personal pues no quería soltar las riendas todavía. También seguía responsabilizándose de cualquier encargo o pedido, de dar presupuestos, así como de cualquier necesidad de la propia carpintería. En definitiva, seguía ejerciendo de jefe. 

Un día estaba en su sitio de costumbre y cerca de él se encontraba Jacinto, aprendiz aventajado de unos 16 años, que estaba dándole barniz a una puerta mientras tarareaba el “vals de las olas”. Hasta ahí todo normal, pero maestro Juan lo ve y se da cuenta de que el ritmo de la mano del chico con la brocha iba al compás de la canción, que como todos saben el ritmo del vals es muy lento. Entonces va y le grita con aquel vozarrón que tenia:   “Jacinto, porque no cantas “la raspa” carajo”. Si piensan en la música de “La raspa” se darán cuenta de que es un ritmo muy vivo y como consecuencia la mano con la brocha se movería mucho más deprisa. Creo que todos los carpinteros se partieron de risa ante la ocurrencia del jefe.

Cuando empezó a crecer el turismo en Gran Canaria también crecieron ellos pues se construían muchos apartamentos y había que amueblarlos. Ya cuando eso Juan el Grande había fallecido y sus hijos, los herederos, siguieron con la carpintería y la hicieron crecer, hasta tal punto que tuvieron que mudarse a una nave situada cerca del Lomo de Guillén, detrás del molino de gofio de Antoñito y Tinito, pues el local donde estaban instalados en San Roque se les hizo muy pequeño, debido principalmente a la nueva maquinaria que compraron para poder ser más competitivos.

Esta carpintería estuvo funcionando hasta no hace muchos años. Pero la muerte de los herederos y ante la falta de continuadores acabaron por cerrarla. Era una familia muy conocida y apreciada en Guía. Yo llevaba buena amistad con dos de sus hijos menores que no eran carpinteros, Quico y Tano, que también han fallecido ya.