Aunque la iglesia católica acumula 266 papas en 2.000 años, se podrán imaginar la cantidad de historias que habrá y sin dudas las hay para todos los gustos, yo les voy a contar una, que coincide con el décimo aniversario del sucesor de Pedro.
Quiero mucho al Papa, por su sencillez, bondad y cercanía, pero sobre todo por la función que está desempeñando a nivel profético.
Uno de los temas que más discusiones se está teniendo con el papa Francisco, es la elección de un modelo de iglesia y su estructuración interna, los que no están de acuerdo con él suelen justificarse a la organización particular, acudiendo al Nuevo Testamento o a la Biblia completa, cuando no a la llamada Tradición Apostólica o a otras fuentes a su disposición. Nuestro papa Francisco no quiere una Iglesia que esté estructurada de manera fuertemente piramidal, patriarcal, con jerarquías muy marcadas, casi monárquicas, y en el otro extremo.
Un ministerio que está siendo llevado a cabo por seres imperfectos, pero que es beneficiario de la Gracia de Dios. Al leer en Gálatas 2, 6 la anotación que hace San Pablo Apóstol cuando menciona a las tres columnas de la Iglesia en Jerusalén: “lo que hayan sido en otro tiempo nada importa; Dios no hace acepción de personas” ¿sugería San Pablo que se trataba de figuras con un pasado nada recomendable? ¿Pretendía tal vez, señalar que entre ellos había habido incredulidad en relación con el mensaje o la persona de Jesús? ¿Apuntaba a la poca actuación de los discípulos cuando el Señor fue apresado, azotado y muerto? Difícilmente podría San Pablo lanzar acusación contra aquellos venerables varones de la Iglesia en relación con su presunto pasado turbio, dado el bagaje que él mismo arrastraba de perseguidor de los cristianos.
Lo que el Apóstol de los Gentiles nos dice es algo diferente: el ministerio de la proclamación del evangelio, tarea específicamente apostólica, fue encomendado a personas humanas, no a seres angélicos, a hombres llenos de debilidades y defectos, que no eran ni mejores ni peores que los demás.
Dios designa como siervos especiales suyos a gente débil, propensa a errar, pues solo así podrán llevar adelante el ministerio encomendado entre seres humanos que comparten las mismas características.
También nos encontramos en la carta a los Gentiles con una declaración lapidaria: “pues Dios no se fija en las apariencias”, excelente interpretación del texto que me invita añadir a lo dicho; a no juzgar a nadie por su presunto pasado, ya que podemos equivocarnos del todo.
La tendencia humana tan natural de juzgar por lo que creemos evidente puede inducirnos a gravísimas equivocaciones. Únicamente Dios puede emitir juicios certeros sobre quienes designa para su labor sagrada. Es algo que nunca deberíamos olvidar.
Me atrevo a decir que los cambios no vienen de ninguna iglesia, ni Romana, ni Ortodoxa, ni Anglicana, ni de ninguna institución, los cambios vienen de los cristianos que opten y vivan según el evangelio, el cual nos anima a ser humildes y no apuntar con los dedos a los demás para juzgarlos, más bien debemos acercarnos a ellos y nunca creernos superiores.
Concluyo con las palabras del Santo Padre: evangelizar, anunciar, y nada más, con mucho respeto.
Feliz Aniversario Francisco