La celebración del 23 de abril tuvo este año una doble motivación. Se trataba de sendos homenajes a Alexis Ravelo en el Pérez Galdós y al poeta Baltasar Espinosa (1937-2018) en su Gáldar natal. Allí más de cincuenta poetas procedentes de las islas y de otros lugares resaltaron el papel de este escritor, componente de la antología Poesía Canaria Última, 1966, en la que formó grupo con Eugenio Padorno, Lázaro Santana, Juan Jiménez y otros. Baltasar es hoy en día un poeta olvidado, y para rescatar su memoria la agrupación Palabra y Verso, de Josefa Molina, convocó tres días de rescate en la Casa del Capitán Quesada, el museo Antonio Padrón y las calles de la ciudad.
Hermano del pianista Pedro Espinosa, que fue nombrado Hijo Predilecto de Gáldar, Baltasar también fue pianista y poeta, y vivió la mayor parte de su vida en Madrid, donde participó en eventos poéticos junto a autores como Félix Grande, Francisco Brines, José Hierro, Antonio Gala, Fernando Quiñones y otros. En 1962 formó parte de la antología Versos para Antonio Machado, donde compartió espacio con Rafael Alberti, Blas de Otero, Gloria Fuertes o Gabriel Celaya. La poesía de Espinosa tiene una fuerza expresiva particular, pero fue una obra breve y tampoco ayuda el hecho de que no haya poemas suyos en internet, espacio donde sus referencias son inexistentes. Por eso, Espinosa es hoy en día un autor desconocido, no solo para las nuevas generaciones sino también para la crítica literaria. Su obra es de breve dimensión pero intensa, recuerda a Alonso Quesada en cuanto a un cierto sentimiento agónico de la vida y el paisaje. Es también una poesía de pequeños hechos cotidianos, como el poema Ayer salió, en recuerdo de su madre. Esa voz doméstica que describe la isla en Marino: Toda tu infancia, / salitre que ahora / duele.
Tras la inauguración de su Cueva Pintada, Gáldar se ha puesto de moda, no en vano fue la primera capital de la Gran Canaria prehispánica, y son abundantes las huellas de nuestros antepasados. En cuanto a sus aportaciones culturales no podemos olvidar a personas como Antonio Padrón, Celso Martín de Guzmán, César Ubierna o Ángel Sánchez, figuras representativas de una dedicación especial a la pintura, a la arqueología, a la museística, a las letras. El Museo Antonio Padrón es también una referencia identitaria, aquel pintor de un paisaje reseco, de mujeres medio brujas, de cabras y jareas. Y ahora llega el turno a la recuperación de Baltasar Espinosa, autor de estos versos sencillos pero hondos: Tengo la palabra / desnuda. / Puedo morir. / Vivo. / Tengo abierto / el camino. Una poesía concentrada, intensa, expresiva, también melancólica y trágica, como cuando dice Quedan poemas / que no escribirás / nunca / aun cuando a solas cien veces los repitas.
El noroeste se ha activado, la mejora de las comunicaciones lo ha acercado. En Guía la escritora Isa Guerra convoca sus ferias del libro y en Gáldar Josefa Molina, remueve el panorama. En su centro histórico la ciudad tiene una valiosa iglesia, el Museo de Arte Sacro, plazas dignas de mención, el Teatro Consistorial, el Museo Antonio Padrón, la Casa del Capitán Quesada, ahora transformada en el Museo Agáldar y, por supuesto, la Cueva Pintada, que yacía bajo unas huertas de plataneras y a la que el Cabildo de Gran Canaria consiguió rescatar. Las esculturas de personajes míticos del pasado adornan sus calles. También en sus playas hay restos arqueológicos de notable importancia.
Ahora Gáldar tiene a su poeta, recuperado y enaltecido. Para el año que viene se anuncia la convocatoria de un premio internacional de poesía, en colaboración con la editorial Mercurio, de Jorge Liria, un hombre que no cesa de extender su oficio.