—¡Buenas tardes! Soy Judas Bless IX, y soy un viajero del tiempo —le dijo en un perfecto castellano, sin acento, a la asombrada señora, cuando se sentó junto a ella en la vacía guagua.
Al principio, dudó siquiera si contestarle, pero, luego, decidió utilizar el lenguaje de su nieto para decirle:
—¡Interesante! Cuéntame más.
El suizo, convencido de que esa sería la respuesta, continuó:
—Como tantos otros que vinieron antes, respetando la antigua tradición romana, llegamos en marzo para comenzar la limpieza, siendo yo el designado para este año.
A ella nunca le gustó la Historia, pero sí parecía recordar que el año romano comenzaba en marzo, y hoy era día uno. Estaba a punto de preguntarle qué era eso de la limpieza, cuándo él continuó.
—Todos los años, acude uno de nosotros para contarles lo que va a suceder. Yo soy el septuagésimo séptimo viajero del tiempo desde que comenzamos a venir en 1947, y, si hago bien mi trabajo, el día siguiente a que se evite mi último presagio, podré regresar a casa a vivir en paz. Por eso me he sentado junto a usted. ¡Necesito su ayuda!
—¿Mi ayuda? —le preguntó, perpleja.
—En efecto, yo no puedo intervenir; le he de explicar a un ciudadano de este tiempo qué va a pasar y qué puede hacer para evitarlo. Y sé que es usted quien mejor lo hará. Y no, no es porque naciera en 1977, como está pensando. Si deja de elucubrar tonterías en su cabeza sobre lo que le digo, quizás me entienda —continuó—. Todos nos tienen por charlatanes porque predecimos en público qué va a suceder, y luego no pasa; es como la predicción del fin del mundo de los Cazafantasmas. Lo que no saben es que todos tenemos un colaborador, la mía será usted, la que me hará quedar mal, pero nos dará, a todos, un tiempo extra, si lo logra.
Dentro de este sobre, tiene detalladas las fechas exactas de los cinco acontecimientos que debe impedir y cómo hacerlo. El futuro de todos está en sus manos. Si realmente quiere ver crecer a su nieto, no debería dudarlo. Le dijo antes de bajarse en la siguiente parada.