El advenimiento de Julio César González Padrón en Telde
Era un lluvioso día del 28 de febrero de 1952, uno más del calendario, pero que sin saberlo, marcaría un antes y un después en el “Callejón de Don Luis”, en el barrio de los Llanos de Jaraquemada, Telde y al que el callejero municipal llamó: “calle Tomas Morales”, en honor al insigne poeta modernista natural de Moya (Gran Canaria), conocido por el poeta del Atlántico.
A las seis en punto de la mañana, mientras las campanas de la cercana iglesia parroquial de San Gregorio anunciaban con sus últimos toques la misa matutina, un evento aún más prodigioso sucedía en la calle Tomás Morales número 3, sita en la misma Ciudad de Telde
En medio de aquel bullicio celestial, vino al mundo un niño, blanquito de piel y de ojos azules, tan intensos que podría haber hechizado a Neptuno.
Sus padres, maravillados por tan magno acontecimiento, decidieron ponerle de nombre Julio César, digno de emperadores y conquistador de tierras y mares.
La leyenda sigue contándonos que, al escuchar las campanas, el recién nacido esgrimió una pequeña sonrisa: “¡Ya era hora, llegué para conquistar el mundo!” –pensó-. Y así, entre risas y alegría, se celebró su llegada.
Pero tanta felicidad y alegría momentánea, fue bruscamente interrumpida por “la nalgada” que un señor vestido con bata blanca, al que llamaban Dr. Castro, le propinó una nalgada a la indefensa criatura recién llegada a este mundo; cosa que al parecer no le gustó mucho, y así lo hizo saber a los presentes, esgrimiendo un fuerte llanto, que no cesó, hasta que lo recostaron sobre el pecho de su madre Consuelo, que emocionada exclamaba… ¡Mi niño! ¡Pobrecito1 ¿Te han hecho daño? No te preocupes mamá, -pensó para sus adentros-…Que a golpe de mar pecho sereno y embestidas como éstas, me esperan muchas en la vida que hoy comienzo, pues nunca una mar en calma, hizo a un auténtico marinero.
Éste al escuchar aquella voz y familiares latido de un corazón grande como el infinito, unido a ese especial y único calorcito que solo las madres poseen, sintió una paz y seguridad, que lo calmó por completo.
Estaba en las manos de la mujer que más quiso en el mundo y hoy desde el Cielo, le sigue diciendo con el mismo cariño… ¡Mi niño! ¿Te han hecho daño?
La leyenda sigue contando que, al escuchar las campanas de la Iglesia cercana, el recién nacido exclamó con una pequeña sonrisa: “¡Ya era hora, llegué para conquistar el mundo y sus mares!”. Y así, entre risas y alegría, se celebró su llegada.
Julio César creció en el “Callejón de Don Luis”, rodeado de historias, anécdotas, hermanos, primos, un sinfín amigos y mil hazañas dignas de contarse.
Desde muy pequeño, sus ojos azules no solo hipnotizaban a todos a su alrededor, sino que también parecían tener el don de ver lo extraordinario en lo cotidiano.
Hoy 27 de febrero al cumplir los 73 años, Julio César sigue luchando por empeñado en seguir sirviendo a los demás sin esperar nada cambio, más solo pidiéndole a Dios, que le permita mientras viva continuar viendo a Telde y a sus seres queridos, prosperando en paz y amor cada nuevo día.
Se puede decir como resumen de estos 73 años que han pasado a la velocidad del rayo, que su vida ha sido una aventura constante, siempre intentando superarse como ser humano, sin perder la humildad de los sabios; un relato épico repleto de conquistas personales y momentos inolvidables.
Y así, cada 27 de febrero, el eco de las campanas de San Gregorio, las mismas que un día le dieron la bienvenida a este mundo incierto, resuenan hoy un poco más fuerte, para recordarle, que aún le queda mucha mar por navegar, hasta que el Todopoderoso, considere que ya ha llegado a su puerto de destino, y que nunca olvides lo que no se cansaba de decirle su padre Luis: “Hijo mío, ten siempre para la ofensa recibida, pronto perdón, olvido para la traición y el daño y lejos de maldad y engaño, navega por este mundo, haciendo el bien y con la frente erguida”.
¡Qué cosas!
Fdo. Julio César González Padrón
Marino Mercante y escritor