Hemos vuelto a ser testigos de la fiesta española que se crea en torno a la tortura y asesinato de otro toro. No me refiero ahora a lo que en España se llama la Fiesta Nacional, no, no se trata de una corrida de toros. Hablo del evento conocido como Toro de la Vega, en Tordesillas.
Escupitinas, empujones, palos a los animalistas que piden la abolición, delante de las fuerzas del orden público. Violento impedimento de desarrollar su servicio de información a periodistas, etc. Y por último una violencia ejercida en grupo, de forma premeditada y ante las autoridades, hasta causarle la muerte al animal. Eso se llama en España “cultura”.
Las condenas que llegan desde el Reino Unido, la petición de esa minoría animalista, el nuevo código penal (diseñado por la derecha española, aún en el poder) no han sido suficientes para frenar esta barbarie. Tampoco lo ha sido que la cúpula de un partido tan vertical como el socialista español, que se identificó en contra en víspera de las elecciones locales, y ahora se mantiene al margen de la decisión del alcalde socialista de Tordesillas. Por lo tanto, a favor de esta bestialidad.
En Canarias tenemos en suspenso las corridas de toros desde 1991, hace ya 25 años de eso. Ello supone que las personas menores de esa edad se han criado con unos valores muy distintos a los españoles y, según los propios valores de quién escribe (que les dobla en edad), con una educación superior o al menos más evolucionada medioambientalmente que la del torerito español. Además, cuando se aprobó la prohibición en Canarias hacía más de 10 años que no había ninguna corrida en el Archipiélago. Suma y sigue.
En la actualidad, el código penal español incluye penas a quienes maltraten animales «que temporal o permanentemente viven bajo control humano». Añadiendo, como agravante, “utilizar armas o instrumentos o métodos (…) concretamente peligrosos para la vida del animal». Queda de lujo en el papel. Pero ¿y si lo denominamos un evento de interés turístico, festivo o cultural?: ¡¿cultural?!.
Es que España se sigue vendiendo mal: esa es la “marca España”. El culo del mundo occidental. A décadas de distancia cultural del resto y muy lejos del humanismo que necesita el planeta. ¿Por qué extraña que recale en su fortín un turismo barriobajero y peor que el marroquí?
Cuando los españoles empiecen a tener miras internacionales de verdad. A contemplarse desde fuera y valorar la imagen que dan, ese Estado cambiará de verdad. De momento, van a seguir sufriendo un retraso voluntario y, a todas luces, ya tradicional.
Pedro M. González Cánovas
(Miembro de Alternativa Nacionalista Canaria)