Allí estaba, dando la espalda a la vida, esa vida en la que tantas veces se enfrentó, sin miedos
Hoy se sentía cansada. La habían abandonado las energías de antaño. Las motivaciones también.
Ya no quedaban risas por compartir, miradas confidentes, abrazos de amanecer. Ya no quedaban rescoldos de amores pasados ni fósforos encendiéndose al lado del camino de quien había decidido acompañarla.
No quiso transitar esa vereda donde pululaban demasiado transeúntes, que como fantasmas, alguien negaba su existencia.
Allí estaba, dando la espalda a la vida, a la vida que no quería para sí misma.
Respiró con profundidad, alzó la mirada y descubrió que tras ese cielo tormentoso quedaba un trocito de cielo azul, como un día le dijese Adolfo, aquel amor de juventud, con el que aún le unía una gran amistad. Recordó la joven que vivía en ella, echando atrás a la mujer atormentada por tanto desprecio, tanta mentira, tanta esperanza enfundada en quimeras que nunca fueron las suyas.
Allí estaba, dando la espalda a la vida, cuando descubrió que su energía, su fuerza, el poder de sus sueños, eran suficientemente fuertes como para volver a vivir, esta vez sin las cadenas de un amor hipócrita, mentiroso, celoso y verdugo de su luz, a la vez.
Ya no deja que nada ni nadie apague esa nueva llama, esa llama azul de libertad.
Irene Bulio © 2016