Llevo algún tiempo tramando sobre la teoría del péndulo en el ámbito de la gestión de las emociones. Quizá una idea algo utópica, propia de quién aspira a mejorar su inteligencia emocional.
Inicialmente la estoy basando en el péndulo simple, o también llamado ideal. Aunque ciertamente me atrae mucho el péndulo de Foucault es un péndulo esférico que puede oscilar libremente en cualquier plano vertical y capaz de oscilar durante mucho tiempo (horas). Se utiliza para demostrar la rotación de la Tierra. Se llama así en honor de su inventor, el físico y astrónomo francés Léon Foucault.
La idea inicial a expensas de ser destrozada en la medida que la muevo, se basa en algo tan sencillo como que toda fuerza impulsada hacia un lado alcanza la misma altura al otro. Estamos pendientes de un hilo que nos permite nuestro recorrido vital, ese hilo está sujeto a un punto (la vida que nos han regalado).
Supuestamente somos producto del amor, esa es nuestra fuente por lo tanto “pendemos” de ella. Bien, ahora colocamos las emociones en esa dimensión, con ella nos vamos moviendo y decidiendo la actitud con que las afrontamos. En principio colocamos dos polos (Alegría y tristeza). Por esta regla después de la alegría, y en la misma proporción llegará la tristeza, ese será el juego. Ahora viene lo bueno, ¿cómo gestionamos ambas emociones?
Cumpleaños
El 3 de agosto de 1980 celebré por todo lo alto (en la azotea de casa) con decenas de jóvenes mis 16 años al día siguiente, 4 de agosto de 1980 fallece mi padre a la edad de 51 años. Ya por aquel entonces percibí inconscientemente de que iba esto del péndulo. Curiosamente también entendí algunos años más tarde como pude gestionar aquel movimiento pendular tan fuerte. Mi padre nos había preparado con meses de antelación para aquel relevante acontecimiento (por muchas razones que ahora se haría algo extensivo) que trascendió más allá del ámbito familiar.
Se vivían tiempos de ebullición social y política , todo parecía novedoso, unas veces ilusionante y otras temeroso. Escuchábamos a algunos mayores decir que si llegaban los rojos (descubrí un nuevo color, se parecía mucho al encarnado) al poder, se podría volver a una guerra civil. En Las Palmas de G.C. ese mismo día 4 de agosto mientras compartimos el velatorio en casa, en un salón diseñado con todo detalle por el allí velado, unas diez mil personas asisten a la marcha reivindicativa de los trabajadores portuarios y de aparcería en demanda de mejoras laborales y salariales.
Polvo de estrellas
Más tarde me enteré que ese año la serie documental Cosmos supuso un antes y un después en la divulgación astronómica abriendo las puertas hacia una ciencia hasta el momento reservada solo a científicos y profesionales. Gracias a Carl Sagan y el equipo que hizo posible en 1980 la emisión de esta serie documental donde descubrimos un universo lleno de rincones maravillosos. Cosmos consiguió despertar la curiosidad de muchas personas que vieron la astronomía como algo más cercano entendiendo que se puede disfrutar desde cualquier lugar simplemente mirando a las estrellas. Por un momento he vuelto a ellas -Las estrellas- para recordar que somos consecuencia de su polvo.
Una nueva pareja (Rey y Democracia)
Polvareda (polvajera) es la que se avecinaba. Un joven Rey que parecía conciliar a las partes aunque parte de los que se sentían padres del mismo, no estaban muy de acuerdo con las aperturas de este joven Borbón. La democracia se convirtió en una ilusionante plataforma para cambiar el color gris y polvoriento de la grande y libre. Todo se movía a velocidad de vértigo al que la mayoría conservadora tenía un pánico desorbitado, se escuchaban sonidos de sables y acorazados con los tanques repletos de gasolina dispuestos a la reconquista del Aguila.
Mi abuelo Antonio García, de Juncalillo de Gáldar para mayores señas, en su habitual socarronería ante la pregunta de mi madre sobre a quién votaba en las elecciones decía: -Yo al centro mi hija para no irme pa los laos, que yo estoy viejo pa esos trotes-
Hoy 40 años después, al menos en el sentir y la memoria, mi padre continúa presente, el Rey Emérito desmerecido y ausente, la unidad de España un negocio pendiente, el ladronismo de corbata un problema latente y demasiada gente sumisa e indolente que se suma a los que más gritan sin saber lo que se cuece.
Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno -Benito Pérez Galdós-
No soy muy partidario de hacer leña del árbol caído ni de olvidar lo vivido, cada cosa debe tener su caso y en tal caso su merecido. Hay cosas que no parecen cambiar lo suficiente y otras que beben de la misma fuente. Si queremos justicia social, los mejores méritos para obtenerla es mirarse de frente, preguntarse, preguntar y esperar la respuesta sin ser absorbido por la impaciente hambre de la razón ególatra, pues reaccionarios sobran en la politica, la economia, en los vecinos del quinto y en el espejo de cuarto de baño donde me lavo la cara frecuentemente.
La sociedad no se construye desde el odio, el rencor, desde las cenizas y tampoco desde el olvido. Volvemos al péndulo, ni tan guapos ni tan feos, ni tan buenos cuando tenemos el bolsillo lleno ni tan malos ahora que lo tenemos desfondado.
Les dejo esta cita del insigne Benito Pérez Galdós
«Fácilmente comprenderás que un asunto de tal naturaleza, formado de misterio y escándalo, ha de excitar vivamente la chismografía de la raza más chismográfica del mundo; raza dotada de fecundidad prodigiosa para poner variantes a los hechos y adornarlos hasta que no los conoce la madre que los parió; raza especialmente artista y plasmadora, que crea casos y caracteres, formando una realidad verosímil dentro y encima de la realidad auténtica. Ante un suceso de gran resonancia, todo español se cree humillado si no da sobre él su opinión firme, tanto mejor cuanto más distinta de las demás. Oí, como puedes figurarte, explicaciones razonables; otras novelescas, aunque dotadas de esa verosimilitud propia de las obras de imaginación escritas con talento; algunas estrafalarias, pertenecientes al género de entregas,… Todo lo oí con paciencia y atención, pues hasta los mayores desatinos deben, en casos tales, oírse y sopesarse para obtener la verdad. Personas encontré que se cebaban en el asunto con brutal fiereza, ávidas de hincar el diente en reputaciones hasta entonces intactas; otras que se inclinaban á lo más atroz, arriesgado y pesimista, y algunas que, gustando de tomar el simpático papel de la sensatez entre tanto delirio, proponían las versiones más anodinas y triviales; pero en honor de la verdad, debo decirte que éstas hacían pocos prosélitos. La multitud se iba tras los que arbolaban estandartes rojos y llamativos, con algún lema muy escandaloso; tras los que anunciaban sus tesis con tambor y cornetín como si exhibieran un fenómeno en las barracas de una feria».[2]
- Fuente: «XXXI, 7 de febrero», La incógnita (1889).