Déjeme una mortaja, por Dios, madre

para este corazón recién caído

que yace muerto sobre el frío suelo

sin un latir que enhebre con la vida.

 

Déjeme una mortaja, por Dios, madre

para este cruel dolor que me aprisiona

la dicha, la frescura, la belleza,

la calma, la ternura y el sentir.

 

Déjeme una mortaja, por Dios, madre

que hoy la vida carece de un mañana

sin un sí, sin abrazos ni un «te quiero»

sin un trozo de cielo con su sol.

 

Déjeme una mortaja, por Dios, madre

que no logro vivir sin su presencia.

Muerta en vida, mi sino fue  perderle,

La locura será mi salvación…