En estos tiempos, donde acude a los corazones, la agonía y la esperanza asoma su mano tímida a través de las esquinas. El viento deja de ser el transeúnte de las solitarias vías y su discurso enmudece con la llegada de las risas.
La noche deja de ser temerosa y fría, con la luna coronando todo cuanto se temía. La migaja de pan de la esperanza vuelve a llenar nuestras barrigas y la aventura torna como nuestro buque insignia.
CAbuelos que fueron padres y padres que hoy son hijos, pasean a los niños por las calles que vuelven a rebosar alegría.
Tras varios días de encierro por una fatídica noticia, tomamos aire y la vida nunca había sabido tanto al dulce néctar de la ambrosía.