Desde Halloween se anticipa la Navidad, esa feria de luces que genera una pugna entre las ciudades para ver quien hace el árbol más alto, o gasta más en las iluminaciones callejeras, imaginamos que todo ello va en busca de establecer los records aquí y allá. En los centros comerciales la fiebre empieza en noviembre, pero en los escaparates la explosión comienza ya a finales de octubre. La prisa conlleva un gran esfuerzo para anticiparse a todo, y el consumo se dispara. Todo es felicidad y los anuncios de colonias, de coches, de todo tipo de chucherías se adueñan de los ciudadanos.
En la política global vienen tiempos convulsos. Entre aranceles, amenazas, negociaciones y grandes expectativas parece que debiéramos analizar cada conflicto con la Inteligencia Artificial que se mete en todas partes y que en todas partes promete resultados aparentemente espectaculares. De un lado el señor Putin con su poco cariño hacia Europa y de otro Donald Trump, el ególatra número uno del planeta, se presenta con sus caprichos e improvisaciones que violentan las normas internacionales. En medio, la Unión Europea que muchas veces parece una convidada de piedra, con escasa capacidad de decisión en los temas clave. Por ejemplo, las negociaciones para dar fin a la guerra de Ucrania.
Consciente de que España lleva demasiado tiempo atravesada por una feroz polarización política, Felipe VI dedicó su discurso de Nochebuena a la defensa de la convivencia como base de nuestra vida democrática. Fue un discurso más corto que en años anteriores, los otros monarcas del continente tienen la costumbre de hacer mensajes navideños muy breves, y con escasa significación política. “Todos debemos hacer del cuidado de la convivencia nuestra labor diaria”, recalcó. De ella derivan la erosión de la credibilidad de las instituciones y una desafección hacia el sistema democrático que resulta cada vez más preocupante. También en España. La llamada de atención ante la guerra de los partidos políticos era evidente, y luego resultó que el PSOE y el PP fueron los únicos que apoyaron el mensaje. Ni siquiera Vox se significó.
Parece que 2026 viene como un año con perspectivas bastante claras: las derechas van a arrasar en muchos sitios y las injusticias van para largo en Gaza y en Ucrania porque a fin de cuentas la guerra es un buen negocio para los fabricantes de armamento mientras el aspirante a dictador Donald Trump trata de imponer sus caprichos a toda la humanidad. Este es el sesgo que se desprende de los últimos acontecimientos. Aquí parece que Sánchez está posicionado contra Sánchez, y por eso se auguran cambios radicales. El Partido Socialista, con toda su historia de casi siglo y medio, puede verse arrinconado pues en Francia, Italia, Grecia y otros países los respectivos Partidos Socialistas han disminuido tanto su presencia que ahora mismo parece residual.
La coalición de gobierno de nuestro país da señales de cansancio, las contradicciones asoman cada día en las pantallas de los servicios informativos. Claro que la opción que viene tampoco es muy ventajosa, con un Partido Popular en gran medida prisionero de la extrema derecha. Así ha sucedido en Extremadura, donde la señora Guardiola se arriesgó a afrontar una partida. Al final ni los sondeos ni las proyecciones le dieron la razón. Fue más determinante la abstención de los votantes tradicionales de la izquierda, que se quedaron en casita mientras el señor Abascal disfrutaba de lo lindo en las urnas.
Más de un mes después de que Donald Trump lanzara su propuesta de paz para Ucrania, y tras múltiples contactos a todos los niveles, hay un nuevo plan sobre la mesa. ¿Podría haberse evitado esta cruel confrontación si Zelenski hubiese aceptado que los territorios fronterizos fuesen cedidos a Moscú por estar muy poblados por rusos, como auguraban las votaciones que allí se celebraron?


