Apapachar y amamachar

En aquellos años en que la pandemia creada por el virus chino del COVID nos tenia a muchas personas sobrecogidas y temerosas, mientras veíamos impotentes cómo las autoridades sanitarias, tanto la OMS como el Gobierno de España, actuaban dando bandazos. Nos impusieron medidas improvisadas y todo tipo de restricciones sin explicarnos con claridad las razones científicas en que basaban sus decisiones. Cada día veíamos a un personaje pintoresco, don Simón, que tras asegurar que en España sólo habría uno o dos casos del COVID, se pasó a lo de doblegar la curva… y a una cantidad de muertos que aún no se ha dignado el Gobierno a cuantificar sin hacer trampas estadísticas.

Aquellas medidas, sin la menor sombra de duda, no sólo arruinaron la economía y dejado sin empleo a millones de personas, sino que cambiaron en nuestras vidas las relaciones sociales y afectivas. Empezamos a echar de menos las anteriores muestras de afecto familiares y la normal convivencia con hijos y nietos. Ya nada era igual, la desconfianza que generaba la desinformación y el temor ante lo desconocido atenazan el espíritu de gran parte de la gente. Y de aquellas heridas, estas cicatrices.

Al hilo de aquella incertidumbre para vislumbrar el futuro, recordaba con nostalgia aquellos años cuando mis hermanos y yo éramos niños y nos hacíamos los remolones queriendo dejar para mañana, o tal vez pasado mañana, lo que debíamos hacer hoy, nuestra madre nos urgía utilizando un sabio dicho popular de esos que las personas mayores repetían en Agulo, pueblo gomero del que era oriunda, “quien tiempo tiene y tiempo espera, tiempo vendrá que quiera y no pueda”. Ese refrán posiblemente fuera una adaptación al español moderno de otro anterior, del siglo XV, que Fernando de Rojas incluye en su tragicomedia La Celestina: “Quien tiempo tiene y tiempo atiende, tiempo viene que se arrepiente”.

Y entrando en el terreno afectivo personal, quisiera que me permitieran abrir por un momento mi alma con una reflexión. Hay dos grupos de personas que mientras duró la pandemia estaban particularmente concernidas: los abuelos y los nietos pequeños.

Los abuelos veíamos con dolor cómo se nos escapaba el tiempo y la vida sin poder “apapachar” a los nietos, sin poder malcriarlos al decir de sus padres, sin contarles cuentos e historias más o menos idealizadas que de alguna forma iban rellenando en ellos “los rincones del alma donde se guardan los recuerdos que me dejó tu amor”, como proclamó el cantautor Alberto Cortez.

Los nietos se hacían mayores a una velocidad pasmosa y en poco tiempo dejaban de ver a los abuelos como abogados defensores y asesores de sus cuitas infantiles, con el papel que tenían antes en las tribus los consejos de ancianos. En un plisplás, ellos entraban en la “aborrescencia” y nosotros nos volvíamos cada vez más chochos, muy chochos. Por eso ahora he recordado y entendido de verdad lo que decía mi madre: “…tiempo vendrá que quieras y no puedas”.

Por todo aquello que pasamos y cuyas secuelas aún padecemos, si pudiera proponer a la Real Academia Española de la Lengua como palabra sentimentalmente representativa de aquellos años, un término que reflejara de alguna forma estos sentimientos que he tratado de transmitir, esa palabra sería “apapachar”, hermosa y sonora palabra que el DRAE nos dice que es un término coloquial propio de México, Centroamérica y Cuba con el significado de “hacer caricias o mimos a una persona”.

Aunque etimológicamente la palabra APAPACHAR, viene del náhuatl y se refiere esencialmente a las caricias que se hacen a los niños y también a nuestros seres queridos en general, últimamente se ha puesto de moda que apapachar significa también “acariciar con el alma”… y yo me sumo a esta nueva acepción.

Para mí, apapachar, acariciar con el alma, es una de las palabras más bellas y sonoras del español hispanoamericano. Su sonoridad me evoca las primeras palabras que balbucean los bebés: “pa-pá” y “ma-má”. Por eso y ya puestos a sugerir palabras, también crearía otra con igual o mayor sentimiento: AMAMACHAR. ¿Se lo proponemos a la RAE para que la incluya en el habla del mundo hispano?

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