Queridos amigos seguidores de mis pasados artículos en los que he narrado sobre … “Pinceladas históricas de las Isla Canarias”. Con este último artículo dedicado al tema que les ha venido dando título, he creído conveniente y como “broche de oro”, dedicárselo a esa novena Isla Canaria que, aunque “mítica”, se tienen conocimiento de su existencia desde antes de la época de Plinio el Viejo y que, curiosamente su leyenda, es resulta más conocida fuera de nuestras fronteras que, entre los propios canario.
Espero que les guste y que, después de su lectura, recuerden que las Isla Canarias son tan “Afortunadas” por poseer no solo dos más “in pectore” y en la otra parte del océano Atlántico; a saber, Cuba y Venezuela, sino existir dentro del Archipiélago una muy particular que, aparece y desaparece a su antojo y que no es otra que la… “MÍTICA ISLA CANARIA DE SAN BORONDÓN”
La leyenda de la Isla de San Borondón es una de las más fascinantes de las Islas Canarias.
Se trata de una isla mítica que, según las historias, aparece y desaparece en el océano Atlántico cada 100 años
El nombre de San Borondón proviene de San Brandán de Clonfert, un monje irlandés del siglo VI conocido por sus viajes.
La leyenda dice que, durante sus expediciones, San Brandán y su tripulación encontraron una isla misteriosa que emergía del mar y luego volvía a hundirse. Desde entonces, se cree que esta isla aparece cada cien años.
A lo largo de los siglos, numerosos navegantes ilustres afirmaron haber visto la isla, y existen mapas antiguos donde San Borondón aparece perfectamente representada.
Aunque no hay pruebas científicas de su existencia, la historia sigue siendo parte del folclore canario y alimenta la imaginación de quienes escuchan algo sobre ella, aunque solo sea su nombre; “SAN BORONDÓN”
La leyenda de San Borondón simboliza la magia y el misterio que rodean a las Islas Canarias, y sigue siendo un tema de interés y fascinación, tanto para los lugareños como para los visitantes. ¡Es una muestra más de cómo las historias pueden persistir y cautivar a lo largo del tiempo!
La transmisión oral de las leyendas desde tiempos ancestrales tiene como consecuencia la existencia de varias versiones en torno a un mismo suceso; en algunas ocasiones, la degradación de los relatos desemboca en la modificación o, incluso, desaparición de los pasajes.
Con todo, en el caso de la leyenda de san Borondón se conservan, al menos, tres versiones claramente diferenciadas.
La primera interpretación nos presenta la razón nominal; se produce el hallazgo de una Isla dentro del Archipiélago Canario, la cual es bautizada como la isla de San Borondón en honor al que se pensó que pudo ser su descubridor, San Brandán (484-577 d. C.), un monje irlandés que, se dispuso a explorar el Atlántico tras ser visitado por un ángel que así se lo ordenó. San Brandán comunicó tal anunciación a varios de sus discípulos y juntos se hicieron a la mar. Tardarían siete años en encontrar tierra. Anteriormente, a oídos de san Brandán había llegado la historia acerca de un ermitaño llamado Barintus que atestiguaba haber visitado unas tierras tan ricas en frutos y tesoros que bien podían llamarse “las islas de los Bienaventurados”. Pues bien; cuando San Brandán desembarcó en esta tierra, supo que era la misma tierra que había conocido Barintus.
Paulatinamente, el monje y su tripulación fueron desembarcando en cada una de las siete islas llevándose consigo víveres y tesoros y, cuando se disponían a buscar el camino de vuelta a casa, San Brandán volvió a ser visitado por un ángel que le encargó una nueva misión: debía corregir el rumbo y seguir explorando el océano.
Él acató el encargo y la expedición continuó. Otros siete años más tarde, la desesperación por no encontrar la tierra “prometida” llevó a San Brandán a ponerse de rodillas en la embarcación, suplicando a Dios que les proporcionara un lugar donde poner desembarcar. Sus plegarias fueron escuchadas y, al momento, una tierra emergió del fondo del océano. Allí, desembarcaron y celebraron una misa. A su fin, se disponían a comer cuando la tierra comenzó a temblar de tal manera que tuvieron que volver a embarcar y, mientras se alejaban en las naves, vieron cómo la tierra se sumergía bajo el mar semejando a una ballena de proporciones astronómicas.
Por otro lado, la segunda versión comienza con un salto en el tiempo, presentando el dato de que los romanos se referían a esta isla por descubrir como Aprositus, “la isla a la que no se puede llegar”. A continuación, el relato concuerda con la primera versión, situando a San Brandán como el descubridor; no obstante, en esta interpretación de la leyenda, el monje vivió siete años en la isla, variante significativa de la historia (aunque se continúe girando en torno al número siete, mencionado en un par de ocasiones en la primera versión para concretar el salto temporal entre los descubrimientos de las islas).
Por último, en la tercera versión de la leyenda, se menciona a unas cartas náuticas de los siglos XV y XVI donde esta nueva isla estaba registrada y se explicaba que emergía tan solo un par de veces cada cien años. Con todo, esta intermitencia centenaria no coincide con el número de capitanes, cronistas y otros navegantes que declaraban haberla visto; razón por la cual esta interpretación de la leyenda incluye una posible explicación para la aparición y desaparición de la isla. Se describe el fenómeno denominado “fata Morgana”, una especie de espejismo con base empírica. Bajo unas condiciones atmosféricas y geológicas muy concretas (densidad y temperatura del aire, temperatura del agua y de la tierra, altitud…) se produciría el reflejo de otra isla cercana, pero la coincidencia de todos los factores es algo tan extraordinario que, solo podría producirse un par de veces cada cien años.
Yo puedo decir de primera mano que, en el año de 1989, tuve una experiencia única, con la visión de la famosa Isla mítica de San Borondón.
Eran las 06.30 hora GMT del 18 de octubre mientras navegábamos con nuestro buque de bandera inglesa “Arrow Squit” con rumbo 015 y hacía ya unos minutos que había comenzado el Alba.
Yo me encontraba en el Puente del buque durante mi guardia y con el sextante en mano, pues me disponía desde el alerón del barco a “tomar las alturas”, a tres estrellas, que me parecieron interesantes para hacer posteriormente un cálculo astronómico y poderme situar en la carta náutica.
Cuando alineaba una de ellas con el horizonte, que creo recordar que se trataba de Capella, (estrella ésta de segunda magnitud), llamó poderosamente mi atención que, a través del visor del sextante, se reflejaba en sus espejos lo que, parecía el contorno de una Isla. ¡No puede ser! -pensé-; Así que, miré directamente y no me equivocaba. Justo en la misma línea del horizonte, se apreciaba algo difuminada, el contorno de una isla.
Convencido que aquello era una ilusión de mi vista, encendí el radar y lo coloqué en su máxima escala de alcance, pero allí no apareció otro eco que el de la Isla de La Palma, que había quedado por la aleta babor y hacía ya bastante tiempo.
Inmediatamente un escalofrío me invadió el cuerpo, porque me acordé de la famosa Leyenda Canaria sobre la existencia de una isla que llamaban San Borondón, que según contaban aparecía y desaparecía justo por esa zona.
Para dejar constancia de lo que veía era verdad, envié al marinero que tenia de guardia conmigo en el puente a llamar al Capitán Smith que, aun dormía en su camarote. Subió inmediatamente y pudo comprobar con sus ojos lo que le había dicho…Por la proa y cerca del horizonte, teníamos la mítica Isla de San Borondón, de la que nos hablaban desde la antigüedad de su existencia y que aprecia cada 100 años.
El capitán sin mencionar palabra se dirigió al Radar y después de observar la pantalla unos segundos, volvió a mirar al horizonte y exclamo… ¡Yeah. It is not actually seen on thed radar, but there is of San Borondon Island! (Si efectivamente no se ve en el radar, pero ahí está la Isla de San Borondón)
Pronto el Sol rompió la línea del horizonte y la famosa visión de la Isla desapareció inmediatamente.
Pero durante aquellos cinco o diez minutos que permaneció ante a nuestra vista, nos dio tiempo para con el sextante y la Alidada, poderla situar perfectamente en la carta Náutica y hacerlo constar por escrito y como acaecimiento, en el Cuaderno de Bitácora.
Nosotros sabíamos que se trataba de un fenómeno óptico conocido como “espejismo superior”, pero que tuvimos la gran suerte de poderlo disfrutar, cosas que no todos los marinos pueden decir.
Estos espejismos ocurren cuando la luz se refracta (dobla) al pasar por capas de aire con diferentes temperaturas, lo que crea la ilusión de ver objetos en lugares donde no existen.
En este caso, parece que el contorno de la Isla de La Palma se proyectaba en el horizonte debido a las condiciones atmosféricas específicas de luz, humedad relativa, hora y tiempo atmosférico.
Estos llamados técnicamente “espejismos superiores” son más comunes en ambientes donde hay una inversión térmica; es decir, cuando una capa de aire caliente se encuentra sobre una capa de aire más frío.
Esta configuración puede ocurrir tanto en la mar como en el desierto. En el desierto, los espejismos a menudo aparecen como oasis inexistentes, reflejando el cielo y creando la ilusión de agua en el horizonte.
Es fascinante cómo la naturaleza puede engañar a nuestros sentidos con estos fenómenos.
Y la manera como el capitán Smith, el marinero Avelino Poggio y yo mismo, pudimos disfrutar aquel día, de la experiencia única de la famosa leyenda de San Borondón, añadiendo de esa manera un toque mágico a mis recuerdos marineros de aquellas felices mareas pasadas.
Ahora una pincelada histórica sobre el particular
Hay relatos desde hace siglos que narran la aparición de la isla, de la visión por muchos testigos y de su posterior desaparición, mientras que otras personas atribuyen la extraña aparición a alguna acumulación de nubes en el horizonte o a un fenómeno de espejismo.
Despertó tanto interés que en el pasado llegaron a iniciarse verdaderas expediciones navales ex profeso; así durante los siglos XVI, XVII y XVIII se organizaron expediciones de exploración para descubrirla y conquistarla.
Entre ellas pueden enumerarse las siguientes:
Finales del siglo XV: Fernando de Viseu, sobrino del Infante Don Enrique el Navegante de Portugal.4
1526: Hernando de Troya y Francisco Álvarez, vecinos de Gran Canaria.4
1530, 3 de abril: Hernán Pérez de Grado, regente de la Real Audiencia de Canarias; afirma a su regreso haber estado en sus costas y haber perdido allí a parte de sus tripulantes
Pedro Vello, piloto portugués, relata como cerca de Canarias tuvo que cambiar su rumbo para refugiarse del viento y se encontró con San Borondón. Desembarcó en la isla junto a otros dos tripulantes, que debió abandonar en ella porque el viento arreció y le obligó a retirarse con premura.1
Fernando Villalobos, regidor de La Palma, con tres navíos.
Alonso de Espinosa, gobernador de El Hierro.
1604: Gaspar Pérez de Acosta y Fray Lorenzo de Pinedo, franciscano y marinero; solo hallan una acumulación de nubes y celajes en el horizonte.
2008: Jorge Martín Picatoste, capitán de mar y vecino de Santa Cruz de Tenerife, con una balandra, en lo que fue la última expedición oficial, por encargo de Antonio Prior, Capitán General de Canarias.
En 1953, el diario ABC titulaba: “Ha sido vista otra vez la misteriosa “Isla Sirena”, al noroeste de la de El Hierro (Canarias)”, y en 1958, en el mismo diario: “La Isla errante de San Borondón ha sido fotografiada por primera vez”
Leonardo Torriani, ingeniero encargado por Felipe II para fortificar las Islas Canarias a finales del siglo XVI, describe sus dimensiones y localización y aporta como prueba de su existencia las arribadas fortuitas de algunos marinos a lo largo de ese siglo.
Esta isla se localizaría al oeste del archipiélago, a unas 550 millas en dirección Oes-Noroeste de El Hierro y a 420 millas en dirección Oes-Sudoeste de La Palma; aunque según otros testigos, dicen haberla visto situada directamente entre las islas de La Palma, La Gomera y El Hierro.
San Borondón mediría unos 30 km de largo (de Norte a Sur) y 15 km de ancho (de este a oeste), formando hacia el medio una considerable degollada o concavidad y elevándose por los lados en dos montañas muy prominentes, siendo la mayor de las cuales la de la parte septentrional.
Recordemos que La isla de San Borondón es una “leyenda popular de las , Islas Canarias”, donde sé asegura que la Isla aparece y desaparece desde hace miles de años, con origen en el periplo legendario de San Brandán de Clonfert (San Borondón).
La Isla se conoce en Europa como “Isla de San Brandán” desde su plasmación por los cartógrafos medievales.
En Canarias el mito fue adoptado con entusiasmo y adaptado, hasta en el nombre a la propia idiosincrasia local.
Debido a sus características y comportamientos extraños, como sería el de aparecer y desaparecer o esconderse tras una espesa capa de niebla o nubes, ha sido llamada “la Inaccesible”, “la Non Trubada”, “la Encubierta”, “la Perdida”, “la Encantada” y algún que otro apelativo más.
El Tratado de Alcáçovas, suscrito entre España y Portugal en 1479 para repartirse territorialmente el Atlántico aún por navegar, especificaba claramente que San Borondón (aún por conquistar) pertenecía al Archipiélago Canario.
La bahía de San Borombón (Provincia de Buenos Aires, Argentina) fue nombrada de tal modo durante la expedición de Magallanes en marzo de 1520, en la creencia de que había sido formada por el desprendimiento de la isla de San Borondón del continente americano.
Dicho todo lo anterior queridos amigos, ya puedes decir que las Isla Canarias no son 8, sino 9, porque hay que incluir a San Borondón que, aunque solo aparece cada 100 años y además que los canarios tenemos dos islas má “In péctore” en la otra orilla del Océano Atlántico; a saber Cuba y Venezuela y que, vuestro amigo de Telde, Julio Glez. Padrón, estando navegando como oficial de puente en el buque Arrow Squit, de bandera inglesa y perteneciente a la compañía Cacique Navigation , un 20 de septiembre de 1989 y siendo las 06.30 hora GMT, la vio con sus propios ojos, juntos a dos testigos como fueran: el Capitán Ernest Smith, y Avelino Poggio marinero timonel .
Lo de aceptar más tarde que solo era un espejismo o una ilusión óptica, es lo de menos, porque lo que no deja de tener su encanto mítico, fue que la vimos y …. ¡Cristiano!… Dígalo usted sin complejo, como decimos “los mauros” de Telde… ¡Ahí más allá, casos se han dado! Jajajajaja
¡Qué cosas!
Fdo. Julio C. González Padrón
Marino Mercante y Escrito