Aquí hay algo que falla: ponen dificultades para recibir a nuestros inmigrantes menores en las comunidades peninsulares, pero Cataluña necesita una hacienda propia y que los demás paguemos sus pensiones. Parece que desde los Reyes Católicos para acá España es un país mal cosido, y por eso no nos aclaramos con el presunto federalismo que trata de favorecer al norte mientas olvida al sur.
Un planeta en conflicto. Estados Unidos es una sociedad violenta, como consecuencia de la facilidad para adquirir armamento se producen crímenes espeluznantes, como los que narra la serie Monsters en la cual Javier Bardem ha alcanzado su gran nivel habitual. Estados Unidos es un país agresivo que exterminó a millones de indios, y que adora las armas como todavía estuviera en el Far West. También lo son Colombia, México y el resto de los centroamericanos. Ahora en La Isleta una menor de edad ha sido quemada por un alguien recién llegado, ha habido apuñalamientos mortales en la zona turística, se incrementan los homicidios en nuestras islas tranquilas.
Como si fuera una cuestión que tuviese algo que ver con el calor, se disparan los hechos violentos, los asesinatos, las peleas. Pero ni se puede ni se debe generalizar cada vez que un hecho desagradable aparece en las portadas. En todas partes los migrantes pueden generar tensiones, pero un suceso individual no puede ser la marca que defina a todo un colectivo. El Estado ha de actuar con diligencia para que los episodios de odio no se generalicen.
Aquí la ciudad siempre fue cosmopolita, abierta, integradora, sin conflictos raciales. Y ahora mismo hay dos emisoras de radio en italiano porque hay miles de italianos, de la misma forma que hay alguna emisora en árabe, varias en inglés y alemán, en Tenerife hasta hay emisoras en ruso. Cerca de nuestra casa unos rusos han comprado propiedades. También hay miles de latinoamericanos que se integran y contribuyen al mantenimiento de las pensiones. Si España casi roza los 50 millones de habitantes se debe a la inmigración.
A la ciudad siempre la entendí como un compendio de gente venida de lejos: japoneses y coreanos cuando el Sáhara era español y la pesca muy productiva. Ahora cientos o miles de chinos con sus pequeños negocios. Y soviéticos en los tiempos de Sovhispan, y cubanos de la flota pesquera. No hablemos de los indios y paquistaníes con sus bazares del Puerto Franco. Y los británicos que trajeron el cultivo de tomates y plátanos, y sus consignatarias, y sus bancos. Y ahora multitud de africanos, mujeres ricas de Mauritania o Senegal que se llevan cargamentos de los grandes comercios de Mesa y López.
Se ha querido convocar una cruzada contra el moro, una caza del magrebí. Pero no están los tiempos para emprender nuevas encomiendas de guerra, porque hay mixtura entre las nacionalidades, el mestizaje se impone, la mezcla de pieles será el indicador del siglo XXI. A fin de cuentas somos el resultado de varios cruces de sangre, desde el factor amazigh a los colonos españoles, portugueses, normandos, británicos, etcétera. Y con los 18 millones de turistas cada año, muchos más de los que van a Hawái.
Vivimos bajo el principio de incertidumbre de Heisenberg, las amenazas de los aranceles de Donald Trump, los genocidios de Netanyahu, los asesinatos de Putin, las dictaduras de Maduro, de La Habana, de Bolsonaro, la extrema derecha que se toca con la extrema izquierda. Y el señor Bill Gates parece rebelarse contra los recortes de Trump en ayuda internacional. Esto pone en riesgo programas sanitarios y provocará muertes de niños sin vacunas y sin atención médica en el Tercer Mundo, de madres gestantes, de enfermos graves. Lo vemos en Gaza todos los días y nadie reacciona. Aranceles y recortes van de la mano, crecen los discípulos de Hitler. Y, entretanto, Francia congela las pensiones, recorta empleos y suprime días festivos para frenar la escalada de su deuda. Vienen años con curvas.