Comunicación no verbal, emociones y liderazgo político
En comunicación política las palabras importan, pero en la era de lo visual, de las tecnologías y la inteligencia artificial, lo decisivo es cómo se muestra y como se percibe el verdadero liderazgo político.
Los gestos, las miradas, la vestimenta o incluso el mobiliario de un salón hablan más fuerte que los discursos preparados. Donald Trump lo sabe mejor que nadie y lo convierte en un recurso para su estrategia política.
Aprovecha cualquier circunstancia o comparecencia para decir ‘el que manda soy yo’. Cada foto en la Casa Blanca durante la cumbre con Volodímir Zelenski y líderes europeos ha sido un masterclass de cómo hacer comunicación política, dentro y fuera de Estados Unidos.
El marketing político visual
Trump es un director de escenas. Sabe mejor que nadie que en la política moderna no se compite solo con programas o propuestas, sino con símbolos. Desde la llegada a la Casa Blanca, cada paso fue perfectamente orquestado: la mano sobre el hombro de Zelenski, la sonrisa amplia en el Despacho Oval, los pasillos alfombrados de rojo con banderas de fondo. No se ha dejado nada al azar. Cada gesto se ha pensado concienzudamente para proyectar fuerza, control y centralidad.
En el marketing político visual una corbata roja, el uso del busto de Lincoln de fondo o los cuadros de presidentes estadounidenses no son meras decoraciones, son marcos visuales de autoridad, que le colocan como heredero de una tradición de poder. Mientras, Zelenski o Macron se sientan, Trump aparece erguido, ligeramente adelantado, dueño del tiempo y del espacio.
Lenguaje corporal y relaciones de poder político
La comunicación política no verbal de Trump se basa descaradamente en la asimetría y en la polarización. No busca igualdad créeme, busca jerarquía y autoridad. Guste o no, visualmente lo consigue.
- Cuando estrecha la mano, lo hace cubriendo la del otro.
- Cuando sonríe, es amplia y abierta, transmitiendo seguridad frente a la tensión ajena.
- Cuando se inclina hacia adelante, lo hace para marcar territorio, no para buscar complicidad, no le interesa.
En ese contexto de estos días de agosto, los líderes de la OTAN o de la Unión Europea aparecen como satélites perdidos y orbitando alrededor del presidente estadounidense. No es que sean literalmente subordinados, pero las imágenes proyectan esa jerarquía implícita: ellos escuchan, él habla. Ellos toman notas, él sonríe. Esa diferencia refuerza el mensaje político, la narrativa de un país como los Estados Unidos fuerte como árbitro supremo de la guerra y la paz.
Emociones en la comunicación política
La fuerza de estas imágenes no reside solo en la lógica, en lo que tradicionalmente esperamos y creemos entender, sino en la emoción que transmiten. Trump despierta emociones intensas, domina siempre la agenda pública americana y del resto del mundo. Para unos, orgullo y confianza; para otros, rechazo y miedo. Esa polarización es parte de su poder.
Contrarrestar esa posición solo está al alcance de muy pocos, liderazgos con mucha fuerza y autoridad, capaces de decirle claramente que la fuerza de un líder se mide en como trata a su gente, a su entorno y hacia los demás.
Pero volvamos a las fotografías e imágenes de estos días. En política, la emoción que se proyecta en una foto puede mover más voluntades y comunicar más que una conferencia entera. El gesto de Zelenski, serio, contenido, contrasta con la sonrisa expansiva de Trump. Esa dualidad transmite al espectador que, aunque Ucrania resista en el frente, el verdadero dueño del guion, en Washington, es el presidente estadounidense.
Liderazgo carismático o autoritario
Max Weber diferenciaba entre liderazgo carismático, tradicional y en última instancia el racional-legal. Trump juega en la frontera entre lo carismático y lo autoritario:
- Carismático, porque conecta con su base transmitiendo seguridad, confianza en sí mismo y una narrativa de “yo soy la solución”.
- Autoritario, porque sus gestos no buscan hacer partícipes a los demás ni compartir protagonismo, sino concentrarlo en su figura ¿narcisismo? No lo sé, lo que si tengo claro es que no genera un círculo de iguales, sino una pirámide donde él está en lo más alto.
Esa combinación le otorga atractivo y al mismo tiempo rechazo en política exterior. Para quienes buscan orden, proyecta claridad. Para quienes buscan consenso y paz, transmite inquietud.
La comunicación política internacional
El efecto en los aliados: ¿socios o subordinados?
Las imágenes de los líderes europeos en la Casa Blanca ofrecen una escena reveladora. Los presidentes y primeros ministros de democracias consolidadas como Macrón, Starmer, Ursula von der Leyen, Meloni, aparecen en posición de subordinación visual. Escuchan atentos, algunos toman notas, otros cruzan las manos con gesto serio.
Desde el punto de vista de la comunicación política, muchos de los encuadres muestran un poderío demoledor, transmitiendo al público que, aunque la Unión Europea y la OTAN sean actores de peso en el conflicto entre Rusia y Ucrania, es Washington quien lidera las negociaciones del mundo. La imagen se convierte en un recordatorio de la realidad transatlántica. Europa debate, sí, pero Estados Unidos decide.
Beneficios y riesgos de este estilo de liderazgo político
- Beneficios: Trump refuerza su marca personal de líder fuerte, capaz de manejar crisis internacionales desde el epicentro de la escena internacional y en su casa. Cada gesto le da visibilidad y proyecta la idea de que sin él no hay negociación posible. Me necesitan a toda costa y lo saben.
- Riesgos: la teatralización excesiva puede interpretarse como arrogancia, de hecho así se ve en gran cantidad de medios de comunicación que han cubierto este encuentro. En diplomacia, esa sobreactuación puede minar la confianza de aliados que no quieren parecer simples figurantes, el ejemplo más evidente lo tenemos en los gestos de la máxima dirigente italiana, Giorgia Meloni. Además, la narrativa de “Estados Unidos como único salvador” puede alimentar el discurso de extrema dependencia en Europa y restar autonomía a la UE.
El poder de las imágenes en comunicación política
La guerra en Ucrania se libra en el frente, así lo lleva haciendo desde los primeros meses del año 2022, pero también en el escenario simbólico de la comunicación política. En ese terreno, Trump se mueve con ventaja, es el actor principal desde que llegó de nuevo a la Casa Blanca. Domina los tiempos, los gestos y los escenarios para proyectar su conocido mensaje ‘Make America Great Again’. Liderazgo en estado puro.
Las imágenes que nos ha dejado esta cumbre nos recuerdan que la política internacional es mucho más que reuniones entre dirigentes, es quién mejor escenifica el poder. En ese escenario Trump no viene solo a participar, no, se sitúa como el director de la obra, los fotógrafos y quienes cubrieron el acto tenían muy claras sus directrices, alguien les dijo cómo, a quién, de qué manera y cuando sacar la foto.
Pero tan elocuente como estar en la Casa Blanca es decidir no estarlo. Varios presidentes y primeros ministros de la OTAN y de la Unión Europea no participaron físicamente en la reunión de Washington. Esa ausencia también comunica. No salir en la foto con Trump puede interpretarse como un gesto de autonomía, valentía o fortaleza. Una manera de evitar aparecer como subordinados en un guion no del agrado de todos. En comunicación política, la fuerza no siempre se demuestra desde la silla ocupada frente a las cámaras; también se proyecta desde la capacidad de marcar distancia y enviar el mensaje de que no todo lo que exige los Estados Unidos debe aceptarse sin condiciones.
En estas guerras políticas no gana quien más habla, ni tan si quiera quien tiene más armamento, las gana quien mejor maneja el silencio, la mirada y la escena. Trump lo sabe, y el resto del mundo también.