(Volcán Cabeza de Vaca, en la Cumbre Vieja, La Palma)

La grieta del Paraíso

Ruge, ruge el volcán enfurecido. Con las explosiones se abre la tierra y un surtidor de gases y piedra quemada mancha el horizonte mientras van apareciendo a su alrededor pequeñas fumatas negras, como hijas prendidas a su falda; entre bramidos se raja el suelo en una fisura longitudinal, un sendero de volcanes, una fuente de bocas múltiples que expulsa magma y gases, mostrando las entrañas ardientes de las que brota con violencia la roca líquida intempestiva, y estallan guijarros encendidos, disparados como obuses queriendo tocar las nubes, para caer prendiendo la vegetación, los sembrados y las casas vacías; las llamas altas queman el cielo y calcinan las  almas, expandiendo columnas de humo que asfixian el aire y ennegrecen los árboles; retumba el valle inundado de partículas de piedra que llueven como ceniza y anegan de azufre los bronquios, mientras la lava cruje y arrasa sin compasión los corazones, y se va juntando en una lengua incandescente que busca la mar, alumbrándonos los ojos entre el humo y la oscuridad, no la esperanza.  .

María Gutiérrez, Canarias, 19 de septiembre de 2021

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