Mamá ¿Y si hacemos un avión de Papel, a ver hasta donde llega?

Hoy, 13 de marzo, una vez más, no pude reprimir derramar lágrimas y evitar que se deslizaran por mis mejillas. Lágrimas nacidas de la impotencia, el enfado, la decepción, la incomprensión y de muchos por qué sin responder.
Hace dos años, se comenzó a hablar de una guerra sin armas, silenciosa y «caprichosa». Hoy, se habla de una guerra violenta, ruidosa, provocada por el ser humano, movida por egos, inseguridades y ansias de poder.
Bombardeos, refugiados, miedos, huídas, acogimientos y muchas palabras más, que en este momento, rondan en nuestras cabezas.
Unos, lograrán escapar y llegar a un lugar que no es su hogar pero que a partir de este momento, sí lo será. Sobre todo, porque donde quiera que estén para volver a comenzar, encontrarán mucho cariño, protección y bienestar.
Sin embargo, otros, se quedarán en el camino. Quizás, porque así el destino se los marcó, o porque por ayudar a otros, aún arriesgando sus vidas, prefirieron tentar a la suerte y olvidarse de sus ilusiones y objetivos que, probablemente, les quedaban por cumplir.
Todo esto que está sucediendo, además de ser muy triste, es decepcionante. Pero más triste es aún, que cuando todo esto acabe, muchos de estos «líderes» se darán la mano, como si aquí nada hubiese pasado. Mientras muchas personas se quedaron esperando por sus seres queridos: la esposa por su marido, que luchó incansablemente; los hijos que huyeron con su madre, con los ojos brillando por las lágrimas, dejando a su padre en una inquietante incertidumbre; la señora de pelo cano, asustada y con su cara arrugada, mirando el teléfono día tras día, a ver si sonaba.
Por todo ello, Laura, María y yo decidimos hacer este avión de papel, como si de un mensaje en una botella se tratara. Deseando que llegue a esos países liderados por personas sin consciencia, valores ni capacidad de dar y recibir el amor, que todos necesitamos.

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