Con este primer artículo comenzaré a publicar una serie de 10 donde iré exponiendo a modo de pinceladas, la propia y diferenciada historia e intrahistoria de cada una de las Islas Canarias, incluyendo la mítica de “San Bordón”, además de la de Cuba y Venezuela que, los canarios consideramos que, también forman parte, aunque de manera “in péctori” de nuestro Archipiélago.
Para no cansarles en demasía, procuraré editar solo tres artículos semanales; que, pudieran ser los martes, los jueves y los domingos, ya que, los lunes son los días de “los zapateros” y por lo tanto, toca descanso. Jajajajaja
Los miércoles, viernes y sábado, sustituiré las pinceladitas históricas de las Islas, por algo de nuestro “léxico canario”, desde la “A” hasta la “Z”. Así como, “expresiones canarias, más nombres auténticos aborígenes”, indicando a que isla concreta pertenece cada uno.
Vaya por delante, que la continuidad, dependerá en gran medida en que tengan acepción estos artículos, que o no la iré midiendo, por tus seguros interesantes comentarios al respecto. Tampoco se trata de presentarte aquí “un Libro de Historia y diccionario clásico” sobre el pasado de las Islas y lenguas canarias, pues mi pretensión no pasa de ser más que, la de hacerte una “pincelada” y “tratado” de nuestros vocablos, tal cual lo empleamos los canarios; donde obviaré el análisis sintáctico de cada palabra, con el objeto de que no se parezca esos aburridos clásico diccionario de la lengua que andan por ahí “sueltos”, porque ni me corresponde por formación y conocimientos académicos, ni quiero; pues creo que, sobra el decir que…, “un Diccionario Oficial y clasico”, no lo lee ni Dios. Jajajajaja.
Así que, comenzaré hoy con la “ISLA DE FUERTEVENTURA”, y como agradecimiento a lo bien que me recibieron hace algunos meses, cuando acudí a esa Isla, invitado por su Ayuntamiento, para impartir una charla sobre la tragedia del buque Valbanera y mi libro: “Historia de la Mar”.
Aunque de siempre ha sido una incógnita el cómo fue que llegaron los primeros aborígenes a la isla; sobre todo teniendo en cuenta, que estos pueblos de origen bereber y del Norte de África no conocían el arte de navegar.
Lo cierto es que, desde tiempos de los fenicios y griegos, ya se hablaba de unas “Islas de la fortuna” que existían más allá de las Columnas de Hércules. Hay quien dice incluso que Platón se referida a ellas al nombrar la Atlántida.
El caso es en el siglo I después de Cristo, el historiador y navegante Plinio el Viejo, las nombra y las sitúa aproximadamente en su lugar geográfico actual y que, alguna que otra expedición romana llegó hasta aquí en busca de la famosa “sangre de drago”, como también lo hiciera el Rey Juba de Mauritania, quien incluía a estas Islas dentro de sus dominios
Esta “sabia de drago” se utilizaba como medicina para la sanar “La Gota” (artritis urálica).
También vinieron en busca de unos caracoles que después de escacharlo y cocerlos desprendían un tinte purpura, color este muy apreciado por la nobleza romana; aún queda algunos vestigios de su elaboración en la Isla de Lobos; que, por cierto, se llamaba así, por los lobos marinos (focas), que acudían a esta pequeña isla buscando refugio para tener sus crías.
Yo como Marino Mercante y después de estudiar y estudiar, buscándole una explicación lógica y creíble al hecho de que llegaran hasta aquí unos pueblos bereberes que no conocían la navegación, la encontré y elaboré una teoría que hice llegar a la Real Academia de la Historia (Madrid), para que se tuviera presente como hipótesis.
Está teoría mi la he cimentado en, una experiencia propia como navegante, los vientos alisios y la llamada corriente del Golfo.
Les contaré algo que nos ocurrió en 1978 en el buque Miguel Martínez de Pinillos, donde yo hacía mis prácticas de mar en calidad de Alumno de Puente.
Veníamos haciendo la travesía de Bilbao a Gran Canaria y cuando se navega por altura; esto es, sin divisar la costa, lo normal es que, se hagan al menos al día dos observaciones astronómicas, para determinar correctamente nuestra posición geográfica en el momento e ir corrigiendo el rumbo, afectado por el viento, corriente, estado de la mar etc. Pero en esta ocasión desde el través de Cabo San Vicente en adelante, permaneció el cielo nublado día y noche y así durante casi tres días; por lo que, tuvimos que seguir navegando “por estima”, sin poder corregir el rumbo de verdadero que, habíamos previamente trazado sobre la Carta de navegación.
Nuestra sorpresa es que cuando ya se iban a cumplir las 38 horas desde que pasamos San Vicente, distinguimos en el radar y a una distancia de 28 millas un “eco” por la misma proa del buque y algo a estribor, y cuando todos pensábamos que sería ya Gran Canaria, al acercarnos más nos dimos cuenta que, en realidad se trataba de la Isla de Alegranza. Lo que nos dejaba claro que la llamada “Corriente de Canarias” unido a los Alisios que, soplan normalmente en esta zona, habían abatido hacia babor a nuestro buque, creándole un “rumbo de superficie”, que nos llevaba directamente, hacia las Islas Canarias Orientales; luego resulta bastante lógico e imaginable el pensar que, a los antiguos bereberes, les ocurriera algo parecido y aunque no conocieran el arte de navegar, al separase de la costa de África más hacia el Oeste y Sur, el viento y la corriente, los arrastrara hasta las Islas Canarias.
Los romanos y griegos llamaban a Fuerteventura, “Planaria” por sus pocas elevaciones montañosas y “Capraria”, por la abundancia de cabras.
Los datos arrojados por el carbono 14 sobre restos de humanos antiguos, nos dicen que los primeros pobladores lo hicieron alrededor de año 1000 al 300 antes de Cristo.
El motivo fue seguramente las sequias y el hambre que, les obligó a lanzarse al mar a buscar esas islas de las que habían oído hablar a los romanos.
En esta época se conocía también a Fuerteventura como “Erbania” que, proviene de “AR-Bani” que, significa “la Pared” en el idioma aborigen, haciendo referencia a un muro de piedra que, a la altura del norte de la península de Jandía, dividía a la Isla en dos Reinos, continuamente enfrentados en guerras, posiblemente porque procedían de aldeas distintas del norte de África.
Sus habitantes se autodenominaban Maxoretas que significa “mi país”.
Mas tarde tomó el nombre de “majoreros” en referencia a las cuevas que le sirvieron de morada, “majos” o “mahoh”.
Antes de la conquista castellana habían sido visitados por mallorquines, catalanes, andalusíes, vascos y portugueses, asociados con genoveses, florentinos y venecianos.
Los cronistas de la época dejaron escrito que se trataba de un pueblo noble, pacífico y justo, que se dedicaba al pastoreo, la agricultura y recogida de marisco y pesca.
Los primeros cronistas europeos escribieron además que, sus pobladores aborigenes, se vestían con pieles de cabra, cocida con hilos de tripa y que confeccionaban sus casas con piedras secas, formando poblados con calles muy estrecha.
También nos dicen que poseían dos reinos; el de “Maxoreta” al norte con Ayose como rey y, el de “Jandía” al Sur y gobernado por otro rey llamado Guize.
La conquista la inicio Jean de Bethencourt en 1402, el cual entró por el puerto de la Peña en AJUY.
Luego pasó a ser un señorío de Castilla, asentándose sus habitantes; unos 1200 en la Villa de Betancuria, Valle de la Vega de Rio Palmas, Valle de Santa Inés, los Llanos de la Concepción y más tarde en Antigua, hasta que a finales del siglo pasado se trasladaron a la costa, concretamente a Puerto Cabras y en 1957 le cambiaron el nombre por Puerto del Rosario.
Los productos que originaron el despegue económico de la Isla más tarde, fueron el comercio de la barrilla, la cochinilla, la cascarilla y el jicanejo.
En el siglo XIX y XX fue utilizada como Isla de destierro. Cabe destacar el de D. Miguel de Unamuno.
Sin lugar a dudas, se podría seguir hablando y escribiendo páginas y páginas de esta bonita y entrañable Isla Canaria; pero mi intención no es darles una amplia lección de Historia, sino hacerle una introducción a modo “de pincela”. No se olviden de que quien les habla, no es más que un “maúro” de Telde, porque si fuera de Tenerife, sería “un mago”. Jajajajaja
¡Qué cosas!
Fdo. Julio C. González Padrón
Marino Mercante y Escritor