En el mismo epicentro de la Isla de Gran Canaria se encuentra la famosa “CRUZ DE TEJEDA”, labrada ésta en piedra y que vino a sustituir a otra más antigua de era de madera.
La colocaron justo en el mismo lugar donde los pastores antiguamente hacían una parada para rezar; al mismo tiempo que la Cruz ejercía de “mojón lindero” entre municipios desde el mismo siglo XVI y también cruce de veredas reales.
Junto a ella se erige un edificio construido en 1947, en el mismo lugar, donde existía ya una antigua Hostelería, cuya parte Norte pertenece a San Mateo y la pared del Sur a Tejeda.
Se trata del PARADOR DE TEJEDA que, reforma tras reforma, hoy se nos presenta como un modelo de típica arquitectura canaria.
En frente del susodicho Parador, existen otras buenas hospederías y restaurantes, amen de puestos de ventas de productos típicos de la zona, como el famoso mazapán de almendras, el bienmesabe, la miel de abeja; así como, las bonitas y coloridas “traperas”.
Si haces caso a mi “Guía” y acudes al lugar, te encontrarás con una mansa y simpática burrita llamada “Margarita”, sobre la cual y previo pago de unos eurillos, te dará una “chuchanga” (Ver mi léxico canario) a su lomo para contemplar el bonito pinar canario allí existente.
En los años 60 el nombrado Parador, llegó a ponerse de moda entre las parejas de recién casados, que lo utilizaban para pasar allí su “luna de miel”, hasta que un buen día un mozo valiente y sin complejos confesó que, con el frio que normalmente hace “allárriba” la “cosa” como que no respondía como cabía de esperar, con el consiguiente disgusto y sorpresa para las partes.
Así que, aquella bonita, tradicional y romántica moda se fue quedando en desuso; pues no era cuestión de que, en la que se supondría iba a ser la inolvidable noche de tu vida, terminara siéndolo ciertamente, pero no por algo muy agradable de recordar que digamos. Jajajajaja.
De esa manera la famosa costumbre que llegó a convertirse en “moda”, terminó siendo sustituida por otra; aunque también romántica y que, sería la de pasar la noche de las Bodas de Oro, cuando el clásico frio y sus consecuencias en el cuerpo ya poco o nada afectaría a las “carencias sexuales” de la pareja en cuestión pues, la natural falta de apetito sexual a esa edad, sería algo más natural y hasta comprensible. Jajajajaj
Claro que no siempre fue así. Que según me cuentan, mas de uno, influenciado por el ambiente romántico del lugar se “venía arriba” y… ¡Oiga cristiano! Como que no le miento si le digo qué… ¡Casos se dieron! Jajajajaja