Como cada año en la Casa Palacio del Cabildo Insular de Gran Canaria se monta un bello Nacimiento, que sin la menor duda, se aconseja visitar a los que nos gusta este tipo de representaciones propias de la cultura cristiana.
Por cierto, siempre he preferido usar el término “nacimiento” al de “Belén” porque lo que se representa aquí es precisamente el nacimiento del Niño Dios y no tanto Belén, el pueblo dónde ésto sucedió.
Los nacimientos canarios, suelen incorporar muchos elementos de la geografía de la tierra, como grandes barrancos y caminos tortuosos, como esos que canta el Pequeño Tamborilero, que conducen al Portal de Belén, unos que la nieve cubrió y otros más cálidos y áridos.
Este nacimiento monta figuras bastante uniformes respecto al tamaño, lo que le da un aspecto más realístico que esos otros llenos de figuras con escalas bien distintas. No obstante, las casas tienen una escala algo menor, aunque no desentonan y dan cierta sensación de profundidad. Esto merece una cumplida felicitación para el buen hacer de los artesanos que lo han construido.
Me ha parecido interesante que este nacimiento se haya dedicado a las madres. Viéndolo de izquierda a derecha, hay unos carteles que señalan el papel vital de las madres: desde que dan a luz a una criatura hasta que ellas fallecen. Tan sólo el cartel que dice “La tristeza de la emigración” me parece estar introducido con calzador, pues no se sabe muy bien si se refiere a la huida a Egipto de la Sagrada Familia, que no fue una emigración, o a la diáspora judía obligada por los romanos.
Pero dicho esto, sí quisiera señalar dos cosas que como en otras ocasiones, me parece que se debieran rectificar. Una es la ubicación del Portal, que está como escondido y que hay que buscar para que no pase desapercibido. Por cierto, no está allí el buey, aunque sí asoma la cabecita un borriquillo, que en la tradición y los villancicos acompañan a Jesús, María y José en el pesebre.
La segunda cosa es que el nacimiento está montado sobre una tarima alta y las escenas están montadas de tal forma que los niños pequeños no pueden verlas sin que los padres los suban a sus brazos. Y eso puede comprobarlo cuando unos niños, que no habían logrado localizar el Portal, tuvieron que enseñárselo sus padres tomándolos en brazos.



