¡El Sol entró por la ventana! Por ésa, por la que tenía la persiana rota, la que nadie había reparado, y sin cortina que mitigue la alegría del amanecer. La fuerza de la luz terminó por despertarle, eso, y que los calmantes ya no le hacían efecto.
En el incómodo sillón, recostada, estaba su madre, atenta a lo que él necesitara, mirándole en silencio, sin decir nada para no molestarle. Cuando venían su esposa y su hija, ella salía sin que él se diera cuenta. Era una señal: cuando ella se marchaba, sabía que pronto tendría visita. Salvo por eso, siempre estaba allí, no se movía, no descansaba. Nada varió durante la semana que estuvo ingresado.
La hospitalización era lógica, no estaba ahí por una gripe, habían sido demasiadas costillas rotas, y el riesgo de perforación del pulmón era real. Él sabía que su esposa y su madre no tenían una buena relación, se trataban lo justo, por eso, agradecía que se fuera cuando ésta venía. Desde que chocaron, su madre se apartó, nunca intentó ser un obstáculo en el matrimonio, no quería molestar.
Aquel día, mientras desayunaba, su madre le lanzó un beso volao, y se fue. Por eso, pensó que debía estar a punto de llegar su mujer, que, tal vez hoy, quiso ir por la mañana, después de dejar a la adolescente en el instituto. Pero no, quienes llegaron fueron el médico y su equipo. Comprobaron su estado, hablaron con él, le marcaron las pautas para las próximas semanas, y le dieron el alta hospitalaria. Aún no había asimilado la noticia, cuando entró el celador con una silla de ruedas, y, tras él, su mujer. ¡Parece que todo el mundo sabía que le darían el alta!, excepto él. Entonces, se le ocurrió:
—Lorena, busca a mi madre, estuvo aquí hasta poco antes de que viniera el médico, así va con nosotros, y no tiene que coger la guagua.
—Nando, ¡sabes que no puedo!
—¡Dejen ya sus diferencias! Intenten arreglarlo, me ha acompañado todos los días, y cuando tú y la niña venían, se marchaba para no molestar.
—No es por eso, lo haría con gusto. Debí hacerlo en su momento, pero murió hace más de dos años. Estoy segura de que te ha acompañado, en el fondo, los hospitales están llenos de fantasmas.