—Yo y mi primo iremos delante, que somos los mayores.
—¡Que se dice al revés!
—Pues ahora, por listo, tú irás el último—. Nadie fue capaz de contradecir a los primos de nuevo.
—Nosotros avanzaremos poco a poco. No nos podemos pegar mucho, que es muy estrecho. Si alguien ve o escucha algo, pega un grito para enterarnos todos, ¿vale?
—Y es así como, uno tras otro, entraron —contaba la madre a nuestro lado. —Mi hijo tiene asma, e iba el tercero, detrás de ellos, pero apenas habían avanzado unos metros, notó que se asfixiaba y tuvo que salir. Así que, todos los que estaban detrás de él recularon. Sin embargo, los primos, los pobres primos, siguieron adelante con su linterna, buscando la pelota.
Todos, cuando salieron, ayudaron a mi hijo, que no se encontraba bien, y como ya los primos habían cogido ventaja, no volvieron a entrar. Ellos recuperarían el balón, y todos podrían jugar con él al fútbol en el campo de tierra. Como tardaban, se asustaron, y varios fueron a contar lo que había pasado a sus familias. Enseguida corrió el rumor y esto se llenó de gente, de policía, bomberos, guardias civiles, y hasta periodistas.
Ya son las doce de la noche, las excavadoras y los bulldozers no paran, pero no logran localizar la tubería para romperla e intentar llegar hasta donde están los niños. Mientras, el pueblo en vilo sigue aquí, pero no está solo, la tragedia se palpa, y la isla entera reza por los niños. Rezan pidiendo un milagro que les devuelva sanos y salvos.
El pinar está lleno de gente esperando, los coches con las luces encendidas alumbran al campo, pero las nubes negras cubren el cielo en mayo. Presagiando lo que ya había pasado y nadie quería creer.
«Murieron dormidos por el monóxido», diría después la autopsia.
«Drama en Montaña Alta», titularía la prensa.
Ha pasado más de una generación desde aquellos primeros años de la década de los ochenta, en que unos primos, abrazados, volaron dentro de la tubería. Y aunque la Isla ya no les recuerda, y muchos de los que guardaban en su memoria imágenes de la desesperación de aquel día ya no están, su pueblo nunca les olvidó, marcado siempre por su triste tragedia.
In Memoriam Juan José y Miguel ÁngelVídeo: Vídeos de @paulogilgarcia4 (@paulogilgarcia48) con «ya no llores por mi _ tercer cielo – Incógnito 21» | TikTok