El desayuno

  • ¡Socorrooooooooooo!
  • ¡Tranquila, tía! Estoy aquí.
  • ¡Ay, mi niña! He tenido una pesadilla terrible.
  • Cuéntamela, que aún no son las doce, y así no se cumple.
  • ¡Ya estás como tu abuela, padescanse !
  • ¡Todo se hereda, tía! —le dijo, mientras ésta se sentaba en la cama.
  • Resulta que yo era joven en el sueño. Quizás tendría veintipocos años y, por supuesto, estaba más mona que ahora. Era un día típico de verano en Manchester, donde, aunque no hace el tiempo que hay en Canarias, al menos se podía vivir sin la niebla y el frío del invierno. Ese día, fui temprano a la pizzería a preparar todo para que, cuando llegaran los demás compañeros, pudieran abrir y comenzar a servir a los clientes.

Estaba yo feliz, con mis walkmans a tope, afanada con las indicaciones de AC/DC, para cumplir con mi trabajo. En realidad, era un trabajo de mierda, pero lo ganaba bien: me permitía ser independiente y vivir en Inglaterra, lejos de… Bueno, lejos. Cuando ya estaba todo prácticamente hecho, salí a tomarme el desayuno a un bar chulo que estaba en Corporation Street, a apenas dos minutos caminando desde mi trabajo en la pizzería del centro comercial. El café era una porquería, pero el camarero… ése si era de calidad.

  • ¡Siempre igual, Tía!
  • Niña, «al César lo que es del César». Pero bueno, sigo con la pesadilla: me sorprendió ver a muchos bobbies en las calles, no era habitual, pero como soy muy despistada, pensé que irían a hacer algún festival o algo, para recibir al verano. Pero uno de ellos me paró y me dijo que no podía acceder a Corporation Street, que la habían cerrado. Sin darme más explicaciones. Tampoco pude protestar mucho, mi situación legal no era la adecuada, así que me volví al centro comercial con la sonora protesta de mi estómago. Apenas había dado unos pocos pasos, saltó por los aires una camioneta que estaba a escasos metros, lanzándome escaleras abajo. Y es ahí donde desperté.

Como verás, por mucho que te lo contase después de las doce, no iba a ocurrir, simploncilla.

  • Lo sé, Tía. Todas las mañanas te despiertas con la misma pesadilla.
  • ¿Todas las mañanas?
  • Sí, desde que sufriste el atentado en 1996, cada día despiertas reviviéndolo, fuiste una de los más de doscientos heridos que dejó el atentado del IRA, y la única española afectada. Aunque, en realidad, sólo lo recuerdas en sueños.